SEMBLANZA DE MANUEL BERNABÉ Y HERNÁNDEZ

Manuel García Castellón, Universidad de Nueva Orleans (EE.UU)

Como otros muchos poetas de su generación , Manuel Bernabé Hernández (Parañaque, 1890 – Manila, 1960), el último de los grandes poetas hispanofilipinos, se  formó con los jesuitas del Colegio conocido como Ateneo de Manila. De allí pasó a estudiar Derecho en la Universidad de Santo Tomás. Se inició en el periodismo en 1912 trabajando para La Democracia (que dirigía Trinidad Pardo de Tavera) y, hacia 1918, para La Vanguardia. Hasta su muerte, fue uno de los literatos más estimados en la sociedad culta de Manila.

Lírico por naturaleza, Bernabé escribía versos ya a los diez años de edad, sorprendiendo a sus preceptores con sus traducciones de Virgilio en octavas reales. Como poeta, hacia 1913 se hizo conocido al ganar varios premios literarios en breve lapso de tiempo. En 1925 pone en castellano la versión inglesa que Edward Fitzgerald hiciera de los Rubbayyat. Esta traducción de Bernabé, prologada por Cecilio Apóstol, fue alabada por Blasco Ibáñez y mereció el Premio Zobel del año siguiente. Sin embargo, pasan cuatro años antes de que se publique su primer libro, Cantos del trópico (1929), editado por Jaime C. de Veyra.

En su poesía primeriza es visible la huella formal de Bécquer, así como la de los modernistas Villaespesa, Oteyza, Darío, Rueda y los dos Machados, pero su acendrada piedad religiosa y su conservadurismo no le permitieron una sensualidad modernista a lo Balmori. Reserva su emoción más bien para los temas religiosos, heroicos o nativistas.

Con Jesús Balmori, a quien le unía fraternal amistad, popularizó las justas poéticas llamadas “balagtasan”, nombre en honor al poeta tagalo Francisco Baltazar o Balagtas. En 1931 accedió a la Academia Filipina de la Lengua, lo que conllevaba el título de Correspondiente de la Real Academia Española. En 1950 fue laureado como Poeta Nacional de Filipinas.

Como docente, impartió cursos de lengua y literatura españolas en la Universidad Nacional, en la Far Eastern University y en el Instituto Español de San Juan de Letrán. También enseñó en la Philippine Law School.

Fue asesor técnico para asuntos filipino-hispanoamericanos con los presidentes Quezón y Quirino, lo cual le dio la oportunidad de realizar viajes diplomáticos, entre ellos uno a España en 1950. En aquella ocasión, la entidad cultural “Alforjas para la poesía” organizó un emotivo acto de confraternización hispano-filipina en el Teatro Lara, de Madrid, para dar a conocer en España la obra de Manuel Bernabé. Fueron clamorosos los aplausos al oir aquellos versos venidos de un lejano y exótico ultramar hispánico. Asistieron al acto José María Pemán, José García Nieto y Antonio Medrano. En 1957, su amigo Claro M. Recto le prologa su poemario Perfil de Cresta.

Hasta su jubilación trabajó en la Biblioteca Nacional, donde se encargó de traducir y editar los escritos tagalos de Marcelo H. del Pilar. Su muerte privó a Filipinas de un gran paladín de las letras y la cultura hispánicas (en Cantos del trópico hay una sección de poemas evocadores de España, y una de las secciones de Perfil de cresta se titula “España metida en el alma”). Miembro de la Falange Filipina fundada por Zobel de Ayala, el gobierno español del General Franco premió sus esfuerzos pro-hispanistas —a la vez que su afinidad ideológica— al concederle la insignia del Yugo y las Flechas en 1940 y nombrarle Caballero de la Orden de Isabel la Católica en 1953.

Perfil de cresta, que recoge los poemas de juventud y madurez del autor, a la vez que muestra los acentos estilísticos propios de la poesía hispano-filipina (coloniales décimas, consabidos alejandrinos, religiosidad, homenaje a España...), supone también la superación del dilatado modernismo filipino y, por tanto, la adscripción al espíritu de las generaciones surgidas a partir de 1927. En este sentido, destacan la gracia de los romancillos de “Bendito mi gallo blanco” o las quintillas neo-gongorinas de “Jacinta Alcaraz.” La influencia lorquiana es más obvia en “Como el cisne sobre el agua”.

Para la presente antología hemos seleccionado “Himno al Sagrado Corazón”, así como algunos poemas de Perfil de Cresta: “La romería de la muerte” “Canta, poeta (A Salvador Rueda)”, “Filipinas a España” y “Bendito mi gallo blanco”.

El “Himno al Sagrado Corazón de Jesús” es de interés cultural-religioso. Se utiliza el tema del motete para insistir en la necesidad de unión territorial filipina. Se cantó en castellano hasta que la paraliturgia popular comenzó a preferir las lenguas nativas.

“La romería de la muerte” (escrito hacia 1944), con intertextualidades del poema modernista “La vuelta de los vencidos”, de Luis de Oteyza, testimonia del trato humillante y racista dado a los prisioneros filipinos por parte de los captores japoneses en la II Guerra Mundial.

En “Filipinas a España” (1913) hay un eco del viejo krausismo español, teoría que propugnaba que la nación colonizadora, con noble desinterés, ejerciera ejemplar tutela sobre la nación independizada hasta que ésta fuese capaz de firme andadura en el concierto de los pueblos del orbe. Tras tres siglos de tutela, Filipinas debe dejar el regazo de la Madre Patria, pero se va ornada para siempre de un ajuar de religión, fe, idealidad, dignidad, idioma.

Manuel Bernabé y Hernández

Selección de poesías con notas de Manuel García Castellón

Himno al Sagrado corazón de Jesús

Coro:

No más amor que el Tuyo, /¡Oh Corazón Divino! /El pueblo filipino /Te da su corazón.

En templos y en hogares/Te invoque nuestra lengua;/Tú reinarás sin mengua /De Aparri hasta Joló (1).

Estrofa:

Ha tiempo que esperamos /Tu imperio en el Oriente; /La Fe de Filipinas /Es, como el sol, ardiente;

Como la roca firme;/Inmensa, como el mar. /La iniquidad no puede /Ser de estas Islas dueña,

Que izada en nuestros montes /Tu celestial enseña, /Las puertas del infierno /No prevalecerán.

(Manila, 1913).

(1) Poblaciones extremas al norte y al sur de Filipinas, respectivamente.

La romería de la muerte (fragmento).

(En recuerdo de los soldados filipinos y norteamericanos muertos durante la marcha forzada de Bataán a Tarlac bajo las órdenes vesánicas del ejército imperial japonés, en abril de 1942).

Cabizbajos, taciturnos, con espíritu cansino, /inclinados, cual la hoja de la mies, /van descalzos mis hermanos, a la vera del camino,/con la lágrima en los ojos y con la sangre en los pies.

Macilentos, cual las cañas exprimidas de verano; /desgreñados, ojos huérfanos de luz. /¡Quien los viera juraría no ver sombra de un hermano! /¡Más parecen nuevos cristos desclavados de la cruz!

Son vencidos y caminan sin banderas; /son vencidos y el azote les flagela los costados./A su lado van las fieras, /bandoleros con disfraces de soldados.

Son agudo de clarines, /pantominas de grandeza, gestos ruines, /alaridos de jauría, roncas voces, /de unos bárbaros más fieros que Caínes, /dando vivas, dando gritos, dando coces.

Y los pobres van cayendo uno a uno, /como pétalos sangrientos de las ramas florecidas. /La agonía del ayuno, /el temblor de las heridas,

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El vencido llama al cielo, pero el cielo no responde/¿Dónde han ido mis amores? ¿Dónde? ¿Dónde? /Y no extraña que su grito hasta las rocas taladre./¿Por qué no llegas, oh, esposa?

¿Por qué no vienes, oh, madre? /Y, no hallando desahogos a su pena, /como naipes que llorasen se derrumban por la arena..........................................................................................

La salvaje bestia humana /que te nombra raza hermana, /se ha cebado en tus heridas /como turba de chacales /ignorando que ni ahora ni mañana,

los fusiles, los cañones y las dagas infernales/podrán detener el vuelo hacia la altura /de un pueblo que bebe a solas el cáliz de la amargura, /que hace cruces en el pecho y en la frente, /y prefiere vivir pobre y morir libre a ser paria eternamente.

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Mis hermanos van cayendo, /mi hermanos van muriendo, /como perros, como hormigas, /de hambre, pestes y fatigas.

El sol llora y agoniza /como máscara de fuego. /El camino se enrojece con el riego /de la sangre. Huele el viento a ceniza.

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Por cada vida truncada en el bélico delirio /mil vidas retoñarán de los mártires en pos. /¡Los vencidos han vencido en la gloria del martirio! /¡Y las almas de los muertos son estrellas que nos guían hacia Dios!

Canta, poeta (fragmento)

A Salvador Rueda en su embajada cultural, septiembre de 1915.

Embajador de madre Hispania; alzo la copa /a lo alto del Ensueño por la salud de Europa, /la Europa uncida al yugo del hado militar/ bautizada con sangre por aire, tierra y mar,

la Europa que ha rencores de hermanos entre hermanos /pero jamás de bardos indios y castellanos, /porque es onda que corre por la arteria del verso, /piélago de armonias que baña el Universo.

La España de hoy es sorda a irrumpir de metrallas; /ahita de laureles en cesáreas batallas, /no quiere ya ser cuna del Cid y de Pelayo, /de la Armada Invencible, los Tercios, Dos de Mayo,

la que hizo de los pueblos haz de suelo español /en que no se ponía la hipérbole del sol. /Rama de olivo porta en sus divinas manos, /que no quieren teñirse en sangre de cristianos, /consiguiendo al arrullo de la fabla rimada

lo que soñara en vano tiranizar la espada./Tú, que al partir de Cuba, inclinada la frente,/cogiste tierra "para besarla eternamente", /lee en el libro abierto de mi Naturaleza,

donde es panal la vida y otro Dios la belleza, /donde, como en un pórtico de bienaventuranza, /encontrarás a cada aurora una esperanza, /y en la mujer, la flor, el nido y los alcores./Oirás la sinfonía de todos los amores,

y el cielo, siempre azul, sin mácula ni daño, /que da eternal cobijo al propio y al extraño; /los árboles ciclópeos que alzan la copa al cielo /y hunden, por defenderse, la raigambre en el suelo,

de corteza tan amplia cual la unida cintura /de tres gigantes de descomunal figura./Ve el Apo y el Maquiling, el Taal y el Mayón/de fraguas encendidas como un gran corazón,

incensarios de fuego hiriente en el altar /de la patria, como un eterno luminar, /como idea que salta del crisol de tu mente, /como el anhelo indígena de ser independiente...

Y así, mientras la Europa riñe feroz contienda, /y España es madre que no olvida a su hija ausente /también como guerrero de acero no humillado /que alegra su vejez mirando en el pasado...

Ese es el pueblo tuyo, que canta, diplomacias, /del rey Alfonso, XIII, flor de las democracias; /que con la unción del reino te entregó el estandarte /tutelar y simbólico de la Paz y del Arte,

para que tu voz fuera en mi indiano solar /el reparto y renuevo de un amor secular, /(el árbol que la entraña de nuestro bosque cría/en cada retoñar acrece su ufanía);

para que tu voz fuera el aviso y proclama /de que el idioma hispano no muere, pues se le ama, /y España es madre que no olvida a su hija ausente /a quien dió sangre e idioma en un rincón de Oriente;

y de que es ley que el vínculo espiritual subsista /por cima del destino, del tiempo y la conquista. /Heraldo de grandezas de la matrona ibérica, /que pulsaste la cítara en la española América,

y envuelto entre los pliegues de su argentino manto /volcaste toda el ánfora de tu lirismo santo, /la flor que aroma, clave que trina el río en calma, /como en el laberinto, de sus dudas el alma,

te brindará su encanto la paz de los cañales, /desatará tu rima. Bajo espesos mangales, /te pondrás en el cuello un collar de sampagas, /la flor amada de las vírgenes dalagas...

Verás, al fin, un breve Edén en el planeta /que no pudo jamás soñar ningún poeta, /Canta, poeta, canta. Pienso, y no es desvarío, /que ha de inmortalizar tu canto al pueblo mío.

Filipinas a España

La dulce hija, postrándose de hinojos, /Dice a la madre, al tiempo que sus ojos /leve cendal de lágrimas empaña: /- Dios ha dispuesto el término del plazo /y ya es la hora de romper el lazo /que nos unió tres siglos, ¡Madre España!

¡Madre, sí, madre! Sobre mi haz tendido/va fermentando el anhelar dormido /y el germen abonado se agiganta; /la gratitud es flor del alma mía /y no muere la clásica hidalguía /do se yergue tu cruz, tres veces santa.

Puede venir el águila altanera /y hundir el corvo pico en la bandera /de gualda y oro que nos da alegría; /podrán poner a mi garganta un nudo, /que aun cuando el labio se retuerza mudo, /podrá gritar el alma: "¡Madre mía!"

¡Dichoso instante aquel que vio a las olas /dialogar con las naves españolas, /llevando a Limasawa (1) a Magallanes /De entonces a hoy, portentos mil se han visto, /y es que el poder de España arraiga en Cristo, /manso y sin hiel, multiplicando panes.

Soberbio es tu ideal, como tu gloria. /Largos siglos ataste la victoria /al carro de tu vieja monarquia. /¿Cómo no amar tu gesta no igualada, /si en las fronteras que humilló tu espada, /el gran disco del sol no se ponía?

Más, no es la espada omnipotente sólo /la que al brillar de uno al otro polo, /obró cien maravillas en el llano: /es la esencia vital de las Españas, /que al invadir palacios y cabañas, /prestó eficacia al ideal cristiano;

Quien empuñó con varonil denuedo, /en los tiempos de Lope y de Quevedo, /el cetro de oro y el blasón divino, /quien sembró fe en la individual conciencia, /decoro en la mujer, que es otra herencia,/ luz en las mentes y oro en el camino;

la que duerme arrullada por el cántico /de las ingentes olas del Atlántico; /la que empujó a Colón hasta la entraña /del mundo nuevo, que copió su hechura; /la que llevó a los pueblos fe y cultura /y auras de libertad... esa es España.

España, la invencible soñadora, /que monta Rocinantes a deshora,/ los toros lidia, viste la mantilla, /ama la jota y al danzón se entrega, /mas cuyo acero no es la hoz que siega, /sino arado que pone la semilla;

la patria de la vid y la verbena, /que fía a la guitarra su honda pena, /dominadora de la Argel moruna; /la que las tierras incas civiliza, /hidalgo pueblo, de otros cien nodriza, /única madre que meció mi cuna.

Los claustros de tus Cuevas y tus Prados (2) /noche y día mirándose atestados /de hijos nativos, del saber amantes; /hiciste héroes y armaste caballeros, /y aun late en el cantar de mis troveros /la dulcísima lengua de Cervantes.

¡Oh, rica fabla espiritual! Simula /cordaje de una cítara que ondula, /es blanca arcilla y música ese idioma; /claro choque de perlas y corales, /remedo de los coros celestiales /que de Dios mismo su raigambre toma.

Si lloro, se unifica con el llanto /que impregna mi kundiman (3) cuando canto, /y es en la liza imprecación alerta. /Podrán hurtarme mis veneros de oro; /pero, al perder tan singular tesoro,/ es que habré sido traicionada y muerta.

Rizal, Mabini, Del Rosario, y Luna (4) /son vástagos comunes. La fortuna /dejó en su frente un evangelio escrito. /Si yo les di mi maternal entraña, /no empresa mía fue, sino de España, /fundir el alma en su troquel bendito.

La Cruz de Arrechedera y Urdaneta (5)

está en mis cielos; tabla es que sujeta, /cuando zozobra, al bien. Porque a despecho /de las más encontradas ambiciones, /tu religión, tu fe, tus tradiciones /han abrigo recóndito en mi pecho.

En el curso del tiempo desenvuelto, /tú, España, volverás. ¿Qué amor no ha vuelto /presa en la red del propio bien perdido? /Serás un ave, enferma de añoranza, /que va a volar cuando la noche avanza /en dirección al solitario nido.

Si están ahítos de llorar tus ojos, /y en otros días, te causara enojos, /la era de paz y de perdón se inicie. /¡Oh, qué mejor que tras la despedida, /seamos como el agua en dos partida; /que se torna a juntar en la planicie!

Mientras la vista atónita vislumbra /la luz de redención en la penumbra, /e hijos del alma apréstanse a las lides, /¡Ve, Madre! Y digan valles y colinas: /¡Gloria a la Madre España en Filipinas!/¡Loor eterno a ti! Tú no me olvides.

(Manila, 1913)

(1) Limasawa - una de las islas del archipiélago de Filipinas.

(2) Cuevas y Prados - misioneros y predicadores dominicos en Filipinas.

(3) Kundiman - un género de canción típica del país.

(4) Héroes filipinos.

(5) Arrechedera y Urdaneta -misioneros españoles en Filipinas, 1913.

Bendito mi gallo blanco

Gallo blanco. Airón de lidia, /plumaje tornasolado, /cuello fino interrogante /de alba asomándose al llano.

Patas recias, patas ágiles /De mucho andar por el campo. /No vió ejemplar más soberbio /el corral de Tío Juancho.

Al sol y a la luna un día /les robó, ladrón, el diablo/sus galas, para que fuera /luna y sol mi gallo blanco.

¡Ay, que ya en mi jaula duerme! /¡Ay, que ya me está cantando /con el alba, cuando nace, /rival de todos los pájaros!

¡Ay, que ya come el palay, /en la cuenca de mis manos, /y son arrullo y caricias /sus kikirikís y saltos!

--Mozo, ¿por qué le desquicias /esa cresta sobre el raso /de su cabeza granate? /-- ¿No sabe, por Dios, mi amo?

Por que la sangre rubrique /la frente y vea más claro. /-- ¿Por qué, le sobas tan duro? /-- Para ser duro al asalto.

¡Ay, que me bailan los céntimos /que me ha dado mi trabajo! /Y pues la fiesta se viene, /es menester duplicarlos.

Bueno fuera que la vida /se fiase a piernas y brazos. /¡A la gallera, el domingo, /bendito mi gallo blanco!

La muerte de don Quijote

¿Qué tienes, buen Quijano? ¿Por qué lloras? /¿Por qué, a lomos del bravo Rocinante, /miras la eterna sucesión de auroras /en el Levante?

Amparo de doncellas, flor de sabios, /vencedor sin igual en las batallas, /desfacedor de cuita y agravios, /di, ¿por qué callas?

¿No soñaste en princesas y dragones, /molinos y cabreros no venciste? /Tú no calzaste espuelas de ilusiones?/¿Por qué estás triste?

Si el mundo es tuyo en tus cien mil locuras /y al blanco Clavileño, lo has atado, /¿por qué en la hora de morir, abjuras /de tu pasado?

Di la razón vital de tu enmienda, /el mal que causan tus extrañas trotes; /y el mundo, el mundo sin razón que aprenda /de los quijotes.

...Y el buen Quijano, dando una voz muy fuerte, /Con Sancho y con el cura entre su vera, /me respondió, a dos dedos de la muerte/ de esta manera:

--¡Loado sea Dios, que no me pierde /en la red de mis tristes aventuras: /si viví loco, he de morirme cuerdo. /¡Adiós, locuras!

Adiós, ventas, molinos de los vientos, /la del Toboso, pertinaz simpleza /que de humo relleno los aposentos /de mi cabeza!

La ilusión es la luz que apenas arde/y que presto se disipa, en nuestro daño: /¿Por qué, Dios mío, me mandasteis tarde/ el desengaño?

Pues tengo de morir, a Sancho Panza, /espejo de los fieles escuderos, /que en mis hambres y sed me dio pitanza /doy mis dineros.

Salte a los vientos rota mi quimera, /y, pues, del mundo aún el futuro es ancho, /¡muera el Quijote, el desatino muera!, /y ¡viva Sancho!

Sancho es el porvenir, bien que nos llama, /Quijote es la ilusión que el alma hiere; /es mariposa que, al tocar la llama, /se ahoga y se muere.

No se puede vivir cazando estrellas, /porque el vivir de antaño y el de hogaño, /está tejido con las cosas bellas /del desengaño.

Que yo a los hombres escarmiento sea: /como la tierra mis funestos brotes; /y se acabe de un soplo la ralea /de los quijotes...

Esto diciendo, se aquietó un minuto, /y luego fue doblando la cabeza: /moría flaco, inane, triste, enjuto, /y en la pobreza.