CINCUENTA AÑOS DE RELACIONES DIPLOMÁTICAS MEXICANO-FILIPINAS

Guillermo Gómez Rivera

1. UNA EFEMÉRIDE QUE NO PODEMOS IGNORAR

La escritora é intelectual mejicana, que hoy se encuentra en Filipinas,Rocío Rufranco de Torres, nos recuerda que en este mes de abril, 2003, se va a celebrar el cincuentenario de las relaciones Mexicano-Filipinas en la plana diplomática.

Es, en fin, una efeméride que no podemos ignorar todos los que amamos la historia de estas islas amén de la cultura que es verdaderamente filipina por ser, a la vez, indígena e hispana. Esa cultura filipina al que nos referimos es pura porque no participa en, ni forma parte de, la denominada "colonial identity" que en el tiempo presente aflige a una clase de filipinos que, por hablar tan solamente en inglés y por estar tan abierta y servilmente a las órdenes de los WASP usenses, resultan caricaturas de lo filipino además de víctimas incautas de una devastadora amnesia histórica que es colectiva y perniciosamente personal.

¿Qué significaría, pues, el México de nuestros días para todos aquellos filipinos que todavía recordamos las bases de nuestra cultura hispano-indígena? Pues mucho más de lo que podríamos alcanzar a primera vista. Consideremos los siguientes hechos.

México fue conquistada por España en 1521, el mismo año en que el navegante portugués, Fernando de Magallanes, descubrió a estas islas y las reclamó en nombre del mismo Rey de España. México, entonces "La Nueva España", fue la que envíó a estas islas a Miguel López de Legaspi, y a su nieto mejcano, Juan de Salcedo, para efectivamente organizar a estas islas en un Estado.

Y Legaspi así lo consiguió con la fundación de Manila en 1571 como la cabecera de un Estado Filipino cuyo nombre era "Islas Filipinas" dado en honor del Rey Felipe II de España y que había de incluir a cada una de las existentes nacionalidades indígenas al acceder, cada unos de sus respectivos reyes, o reyezuelos, a ser vasallos del Rey de España. De hecho, hubo un referéndum en 1598-99 y la mayoría de los referidos reyes indígenas optaron por ser españoles al someterse al Rey de España por su propia voluntad y a cambio de la productiva tecnología y la Religión Católica.

2. JUAN DE SALCEDO ERA MEXICANO.

Asegurada la lealtad de los reyes y las nacionalidades indígenas del archipiélago, Juan de Salcedo, tras recorrer casi toda la isla de Luzón, desde la Bicolandia hasta la Ilocandia, terminó enfermo de amor (por una princesa tagala) y de fiebre muriéndose en la ciudad que él mismo había fundado en el norte de la mencionada isla de Luzón, La Ciudad Fernandina de Vigan, cuya arquitectura e infraestructura artística y cultural constituyen ahora todo un monumneto histórico y turístico.

Y, luego, el anual subsidio del tesoro de México que llegaba con los galeones para sostener al gobierno de estas islas y su subsiguiente protección de invasiones por parte de holandeses, chinos como Limahong, corsarios moros é ingleses.

Desde 1571, los galeones que servían la ruta Manila-Acapulco constituían la base del primer comercio internacional de Filipinas. Los indígenas no producían lo suficiente como para poder pagar los seis (6) impuestos introducidos por la Corona Española. Como era de esperar, los improductivos indígenas habían de solamente limitarse al cumplimiento de pequeños tributos en forma de servicios personales, al estilo de lo que hoy se conoce como "bayanihan" (polo o falla en aquellos tiempos), o la dación de algunas gantas de arroz y pares de gallinas, en tiempos de emergencia.

La agricultura indígena de cortar y quemar (kaiñgin) no bastaba para sostener al gobierno central en Manila y al par que se empezaba a desarrollar la agricultura organizada, bajo la enseñanza de los frailes, con la introducción del arado, del azadón y del carabao vietnamita, del riego y del abono, amén de plantas agrícolas, el comercio de los galeones ya llegaba a su apogeo a pesar de las limitaciones y las circunstancias de aquellos tiempos.

Los que podían luego pagar los debidos impuestos eran los más productivos chinos cristianos que traían a Manila las mercancías de China, (la seda, la porcelana, el sándalo, el jade y otras curiosidades), para cargarlas en los galeones que luego volvían a Manila con mucha plata mejicana, y mucho oro inca, que tanto codiciaban.

Y es por ese comercio de los galeones, que duró 215 años, que los chinos también se hicieron filipinos. Es decir: seguidores y sostenedores de Felipe. No tardó mucho tiempo más y por su propia voluntad y opción, gustosos se hicieron los chinos, con los indígenas tagalos, visayos, etcetera, súbditos, o ciudadanos, españoles, porque no solamente se beneficiaban del comercio de los galeones, de la agricultura que se venía desarrollando sino de los beneficios intelectuales de la nueva lengua, la castellana, y las sublimes enseñanzas de la divina Religión Católica.

3. LOS GALEONES MANILA-ACAPULCO.

Los galeones, conocidos en México como 'la nao de China", y luego "la nao de Manila", trajeron de vuelta a Filipinas el maiz mejicano para salvar del hambre a los visayos. El maiz mexicano fue decisivo para la supervivencia de los hoy denominados cebuanos que, a su vez, tras crecer en número por el mencionado maíz, lograron luego conquistar Mindanao para Filipinas mediante una emigración planeada bajo la dirección de gobernantes, frailes y militares españoles y novo-españoles (mexicanos).

Es por eso que los moros terminaron siendo una minoría en el contexto actual de Mindanao. En fin, es el maíz el que multiplicó el número de los visayos, cebuanos y panayanos, hasta que lograran poblar los municipios españoles que se organizaron en buena parte de Mindanao y hasta en el archipiélago de Sulú cuya cabecera, Joló, se hizo una ciudad cristiana.

Junto con el maiz, México también dio el camote, la casava, la papaya, el tomate, la cebolla, el sincamás, el maní o cacahuete, el camachile, el avocado, la calabaza, la sandía, el sayote, los frijoles, el ube, las aluvias, el mango, las habichuelas, el caimito, el mongo, la lanca, el chico, la guayaba, el guayabábano, la ciruela, los dátiles, ciertas especias del banano, el trigo, las manzanas, las uvas, el ate, la atemoya, la toronja, la naranjita, el cacao y el café.

La dieta indígena mejoró enormemente con estas nuevas plantas de agricultura y con su salud ya mejorada, los indígenas lograron contribuir grandemente al desarrollo físico y mental de sus nuevas generaciones, de sus descendientes ya cristianios según las tradiciones del catolicismo español.

De Méjico también vinieron nuestros primeros caballos, nuestros primeros vacunos, nuestros primeros pavos, nuestros primeros ganzos, carneros (ovejas) y patos blancos. Igualmente vinieron árboles y flores como el calachuchi, la acacia, las mil flores, la cadena de amor, el achuete, las rosas de castilla, las adelfas, las sampagas. Las imágenes de la Virgen de Antipolo y del Jesús Nazareno de Quiapo son también mejicanas.

Y no digamos de la emigración méjicana, tanto indígena como hispana, que ha contribuido a ese mestizaje que hoy se llama filipino. Unos guanichangos, muchos de ellos con esposas chino cristianas, se asentaron en la Pampanga, particularmente en lo que hoy es el pueblo de México.

No era pues de extrañar la exclamación proferida por el Presidente López Mateos cuando vino a Manila en los años 50 para empezar las relaciones diplomáticas con Filipinas. ---¡Pero, Señores! ¡Esto es la extensión del hogar mexicano!

Tampoco es de extrañar aquel interés mostrado por otro Embajador mexicano, Molina Pasquel, en busca por los orígenes de la china poblana y su extraño traje aquí en Filipinas. Y el Embajador Molina Pasquel conlcuyó que la china poblana tiene orígenes filipinas a raiz del comercio de los galeones Manila-Acapulco.

4. EUFORIA NACIONAL POR LA TELENOVELA MEXICANA

Últimamente, la enorme euforia en las masas filipinas por las telenovelas mejicanas al presentárseles "Marimar", de Talía Sodi, nos confirma toda esa mexicanidad de siglos que se halla integrada, escondida, en el fondo del alma filipina por más holliwood é inglés que se les hubo endilgado desde casi un siglo a esta parte.

No fueron pocos los alumnos del colegiado que hicieron sus estudios sobre el fenómeno de las telenovelas y su exitosa aceptación general por las masas filipinas. Y una de las conclusiones que nos presentaron dice que "México habría sido alguna vez parte de Filipinas".

Estas telenovelas dobladas al tagalo se convirtían para ellos en auténticas obras de inspiración puramente filipinas. Su semejanza a la temática tradicional de las películas tagalas es tan exacta que se tenía que llegar a esa conclusión de que "México fue parte de Filipinas" y que "México es Filipinas".

Nosotros, cuando aun éramos un humilde profesor de universidad, y sin el menor interés de desanimarles en su apasionamiento, nos limitábamos a decirles que sí; que tenían razón; que México y Filipinas constituyeron una misma nacionalidad durante 215 años por el que no es de extrañar que filipinos como José Rizal, como Claro M. Recto, como Manuel Luis Quézon, como Sergio Osmeña, como Miguel Cuenco, hablaban y escribían en español como lo hacen hasta ahora todos los mexicanos.

Y, que si hemos perdido el idioma español como lengua de nuestro gobierno es porque vinieron, luego, los WASP usenses en 1898 y tras destruir nuestra primera República Filipina que hablaba en español como los mexicanos, nos obligaron, a punta de fusil y bayoneta, a hablar en inglés para supuestamente educarnos cuando su agenda no era nada más que convertirnos en dóciles y acobardados servidores del poderoso dólar usense.

Entonces, la verdadera historia de Filipinas vino a ser comprendida, por estos jóvenes univeritarios de Manila, en sus pristinas glorias y en sus trágicas situaciones actuales. Pero, al darse cuenta de su verdadera situación, esta juventud filipina, tan llena de ilusiones y tan ansiosa de conocer sus raíces, se sonríe con satisfacción y orgullo, al par que adquiere la determinación de enderezar, dentro de lo posible, el error cultural en que se ven presos.

5. NOBLE CRUZADA DE UN HUMILDE MEXICANO

Ya van para dos años desde que un inginiero mexicano de Toluca, México, un Don Ramón Terrazas Muñoz, muy noblemente organizó en la internet un sitio denominado CIREF. Es acrónimo de "Cruzada Internacional para la Reinvindicación del Español en Filipinas". Es una iniciativa personal de un noble ciudadano mexicano que quiere devolverles a los filipinos su antigua gloria de hablar y pensar en español llegando al extremo de ofrecerles becas en la Universidad Autónoma de México.

Han sido numerosos los que han querido irse a México pero el hecho de tener que pagar el costoso flete les priva del placer como del privilegio de conocer al país que más se parece al suyo. No cabe la menor duda, el país que se parece más a Filipinas, es México con la única salvedad de que allá, el idioma de Rizales y de Rectos vive mientras que en nuestras latitudes ha quedado como un recuerdo que oficialmente se tiene que matar.

Pues bien, tras conmemorar este cincuentenario de relaciones diplomáticas entre México y Filipinas, ¿qué se puede hacer para ayudarle al generalmente empobrecido joven filipino, y a los mayores como nosotros, que deseamos ver México y retomar los pasos perdidos camino hacia nuestra futura unión de pueblos hermanos? Del asediado gobierno "pinoy" casi nada se puede esperar por ahora porque debe más que nunca al banco mundial y sus políticos están casi todos acumulándose el capital necesario para comprarse la tarjeta verde de la emigración usense.

Sí. Las telenovelas mexicanas siempre quedarán entre nosostros. Siempre estarán juntamente con las venezolanas, las argentinas y hasta las peruanas en la televisión filipina. Cada filipino que las sigue se enamora de lo mexicano, de la belleza de sus mujeres y de la varonil guapura de sus actores amén de los argumentos que desarrollan para deleite y encanto del alma filipina. Las telenovelas de Talía Sodí, 'Marimar' y 'María, la del Barrio" se han vuelto a repetir por la televisión filipina. Y nos la siguen más y más filipinos.

6. PERO ALGO MÁS SE DEBE HACER.

Pero, algo más que "Marimar" y "Diezañera" se debe hacer para tenerle al filipino de hoy eternamente enamorado de ese recién rediscubierto México para él bien esplendoroso, porque tanto le recuerda lo filipino, lo suyo. Y más cuando lo suyo se va perdiendo bajo el yugo de la obligatoriedad dictatorial del inglés en sus escuelas. Las películas como las telenovelas en inglés le interesan pero no dejan de ser incompatibles frente a la cultura de la masa indígena de estas islas.

Para salvar lo que existe de común entre mexicanos y filipinos, se debe empezar la producción de algunas telenovelas mexicanas de ambiente y tema filipinos. Esas coproducidas telenovelas, nos aventuramos a sugerir, deben decirle al filipino lo que verdaderamente es. Los filipinos que aun sepan español y que también sepan actuar debieran igualmente trabajar, con mexicanos, en las telenovelas mexico-filipinas que sugerimos. A la larga, no han de solamente facinar a las masas filipinas esas sugeridas telenovelas sino que también han de dar a conocer al mundo hispánico lo que fueron las glorias filipinas como la tragedia que tristemente lo es en el tiempo presente.

Con hacer ese esfuerzo, el esfuerzo de producir telenovelas mexicano-filipinas, un paso más allá de los que ya se han tomado bien podrían consolidar intereses mexicanos como filipinos y acercar más aun a los dos pueblos hermanos para mutuo beneficio. Las relaciones comerciales ya vendrán seguidamente después. Mexico se expandiría en Asia y Filipinas salvaría gran parte de su alma nacional. El cincuentenario de las relaciones diplomáticas mexicano-filipinas debiera servir como comienzo de lo que humildemente sugerimos.