Rizal, Poeta

Enrique Fernández Lumba
de la Academia Filipina

(Nota preliminar de Tony P. Fernández: Para los amantes de la literatura hispana nos es grato publicar el siguiente ensayo, “Rizal, Poeta,” escrito desde hace muchos años por el finado académico de la lengua, D. Enrique Fernández Lumba (qepd). Este ensayo, que causó un revuelo en los círculos literarios en castellano, apareció en una compilación titulada “Discursos de Malolos y Poesías Filipinas”, publicada en 1963, por el Departamento de Educación de Filipinas con un prólogo del entonces Secretario de Asuntos Exteriores del gobierno filipino, Don Carlos P.  Rómulo.)


El asunto, tal como está enunciado, no parece difícil desarrollar.  En efecto, como dice el más ilustre compilador de las poesías del Héroe, el venerado D. Jaime C. de Veyra, “Rizal, poeta, es una verdad de Pero Grullo para todo filipino”.

Parece, pues que no se trata de probar que José Rizal fue poeta. Pero, debe tenerse en cuenta que el concepto de poeta no es el mismo en la mente de todos. Y otro tanto debe decirse en cuanto a la poesía.


Hasta el presente no se ha dado--y quizá no se dará nunca--una definición de la poesía y del poeta que a todos satisfaga por completo. El mismo Sr. de Veyra, después de decir que es una verdad de Pero Grullo la de que Rizal era poeta, se pregunta qué es eso de ser poeta. A modo de respuesta, acota una redondilla de un poeta español, pero cuya exactitud rechaza por no ser enteramente aplicable a Rizal.

Hay, realmente, una grande variedad de definiciones de la poesía: desde la definifición amplia y alegórica de Cervantes hasta la monosilábica de Bécquer, sintetizándola en la mujer.  Igualmente podemos decir en cuanto al poeta.

Por lo común denominamos poeta al que hace versos, y también al individuo que nos parece soñador, idealista o romántico, según el concepto ordinario que se tiene del romanticismo. Pero, lo cierto es que los de mayor ilustración saben que el verso no hace al poeta, aun cuando éste preferente y habitualmente exprese la emoción que le produce la belleza que contempla o que imagina, sirviéndose de los renglones cortos, medidos y armónicos.


En la extensa y rica historia de la literatura española hay muchos ejemplos de ilustres ingenios que compusieron versos, ajustados a las minuciosas reglas de la Poética y, sin embargo, no lograron perpetuar sus nombres como poetas. Ahí están, por ejemplo, el mismo Cervantes, y D. Juan Valera, D. Marcelino Menéndez Pelayo, el Marqués de Valdegamas, y aun el propio Unamuno, aunque éste figure en varias antologías modernas.

En cambio, nuestro Rizal, en la mente de los filipinos, espontáneamente es evocado como héroe y poeta, cualidades que eclipsan las otras de novelista, filólogo, medico, historiógrafo, periodista y hombre de ciencia. Como dice D. Jaime, Rizal, poeta, lo era todo y por sobre los demás atributos que adornaban su egregia personalidad.


Este fenómeno literario que contradice el concepto popular que hemos citado, según el cual se identifica al poeta con el versificador, ha originado la dificultad de definir satisfactoriamente lo que es la poesía y lo que es el poeta.

Por esto, un eminente crítico contemporáneo, Dámaso Alonso, dice que la poesía es un misterio, y se pregunta: “¿La poesía es el pensamiento?  ¿Es el ritmo? ¿Es la imagen? Cada uno de estos elementos puede venir de sitios diferentes; y aun pueden juntarse todos… y la poesía no concurrir a la cita.”

Con lo dicho hemos querido indicar que Rizal no fue poeta por sus versos, sino por algo misterioso que hay en sus versos y hace que su lectura ponga en vibración las fibras de nuestro espíritu. Y es esto misterioso que hay en sus versos lo que trataremos de descubrir si es posible, o adivinar al menos.

El gran Victor Hugo nos ofrece una ingeniosa y plástica descripción del verso y la poesía que nos va a servir de cauce por donde haremos discurrir la humilde fuente de nuestras consideraciones que nos lleven hacia la revelación del misterio de la poesía de Rizal.

“La abeja, dice el famoso poeta y novelista francés, construye artísticamente de cera los seis lados de su alvéolo y después lo llena de miel. El alvéolo es el verso, la miel es la poesía.”

En el fondo, estas palabras de Victor Hugo coinciden con las de Dámaso Alonso, e indican la diferencia entre poesía y verso. Sin embargo, debemos notar que, no obstante lo ingenioso de la definición citada, ésta no puede ser exactamente aplicada a la función poética. En la operación del poeta o del que está componiendo versos, no puede haber un “después”.

La composición de los versos y la producción de la poesía han de ser simultáneas, cuando hay realmente poesía. Pueden quedar construidos artísticamente los versos, pero sin poesía. Pueden existir los alvéolos, pero vacíos de miel. Y el compositor no tiene el recurso de llenarlos de miel. No le queda otro remedio que destruir o desechar los versos.


Al estudiar las obras en verso de Rizal, vamos a tener que fijarnos antes en sus alvéolos, para tratar luego de descubrir la miel. Mas debemos advertir que no haremos un estudio particular de cada composición sino del conjunto de las composiciones en verso de nuestro Héroe.


Excluyendo dos trabajos en verso tagalo, no pasan de treinta y seis las composiciones en verso castellano que aparecen en la colección compilada y editada, bajo auspicios oficiales, por el Sr. De Veyra. Y de dichas composiciones excluimos provisionalmente una de cuya autenticidad como obra de Rizal dudamos todavía.* (*Los versos “A Josefina”. Quedamos, pues, en que son treinta y cinco solamente las poesías rizalinas. 

La primera brotó del numen del Héroe cuando ya estudiaba en el Ateneo. Parece insuficiente ese número de poesías para inmortalizar a su autor. Pero no debe sorprender. Relativamente pocas son las poesías de Bécquer, y, sin embargo, éste ya tiene sitio perpetuo en el Parnaso Español.

En cuanto a Rizal, no sería aventurado afirmar que su fama de poeta se sustenta solo sobre unas cuantas composiciones, entre ellas las galardonadas y cuya inspiración coincidieron con la estancia del autor en nuestra Universidad, * (*La de Santo Tomás.) como alumno de Filosofía y Letras y de Medicina. 

Para la inmensa mayoría, quizá, el renombre poético de Rizal está vinculado solo con el Ultimo Adiós. En cerca de veintiún años que median desde la primera hasta la última poesía, no produjo más que treinta y cinco. Por esto no sorprende que el ilustre compilador se hiciera esta pregunta: “Si era poeta de toda la vida, ¿cómo es que había cantado pocas veces?” Más adelante intentaremos una explicación.

Repasando las poesías rizalinas, encontraremos que ni sus versos ni sus estrofas ofrecen ninguna novedad que atraiga la atención. Son versos y estrofas corrientes en su época: versos de cuatro, cinco, siete, ocho, diez, once y catorce sílabas, predominando los octosílabos y endecasílabos, los más usados en la métrica hispana.

Y es de notar que solamente los dos últimos poemas, Mi Retiro y Ultimo Adiós están compuestos en alejandrinos, que no eran ni son muy frecuentes entre los versificadores españoles, aunque sí lo fueran y lo sean entre los versificadores hispanoamericanos.

En cuanto a las combinaciones de versos o estrofas, éstas son igualmente las que había aprendido en las aulas del Ateneo y en los modelos que en ellas se ofrecían, o sea, redondillas, cuartetos con el último verso pentasílabo, octavillas de ocho o cinco sílabas, romances, cuartetos serventesios, romance heroico, silvas, octavas reales, liras, décimas o espinelas, cuartetos con asonancia aguda, cuartetas heptasílabas y decasílabas con asonantes agudos, cuartetos endecasílabos propios o sáficos, quintillas, sextinas de diez sílabas, combinación de endecasílabas semejante a la octavilla, y sonetos, solo dos sonetos, lo cual es sorprendente, puesto que el soneto, ya como estrofa ya como composición poética, es muy frecuentemente usado por los que versifican en castellano.

Como decimos, nada de extraordinario hay en los versos ni en las estrofas de Rizal.

Y ¿qué decir de los otros lados del alvéolo: los pensamientos y las imágenes? Tampoco ofrecen unos y otra novedad digna de consideración. Son los pensamientos prevalecientes, en general, en las composiciones de los poetas de la época de Rizal y brotados de la tématica común de aquellos portaliras, como son la familia, la patria y la religión; temática que, según observa el poeta y crítico moderno Luis Cernuda, había de ser abandonada enteramente por la siguiente promoción de la poesía española, por lo que Unamuno se propuso revivirla en su obra poética.

En cuanto a las imágenes, eran éstas las de la época romántica, cuando Zorilla, Nuñez de Arce, Bécquer y el famoso autor de las Décimas al 2 de Mayo, López García atraían la admiración pública. De las frases poéticas rizalinas, excluyendo, por supuesto, las del Ultimo Adiós, sólo se repite la aplicada a la juventud, “bella esperanza de la Patria mía.”

Por lo que queda expuesto, no debe sorprender que se haya dicho que Apóstol y Guerrero eran superiores a Rizal; y es porque se compararon solamente los alvéolos y no la miel contenida en ellos, y, naturalmente, encontraron, como no podía menos de ser, que los construidos por Apóstol y Guerrero son más artísticos, más pulidos.

Pero, como ya dimos a entender citando las palabras de Dámaso Alonso, los versos no son la poesía y, por consiguiente, no se puede afirmar sin reservas que Apóstol y Guerrero superaron a Rizal. Como versificadores sí; pero no como poetas. Como poeta Rizal es tan grande como ambos, sino más que ambos.

Que Rizal pudo haber llegado a la perfección que alcanzaron Apóstol y Guerrero, si, como éstos, hubiese cultivado la poesía como arte, parece que no puede ponerse en duda, teniendo en cuenta sus dotes de inteligencia y su preparación académica, superior quizá a la de otros. Rizal como Apóstol, Guerrero, Balmori, Bernabé y Recto, nació con vocación poética; pero no se entregó a ella, por haber dedicado su vida entera a la Patria.

Rizal, a nuestro juicio, componía versos no por el placer de componerlos, sino porque en ellos encontraba la expresión más adecuada, más feliz, de los más íntimos sentimientos de su corazón.

Si era poeta, lo era siempre por la musa Filipinas. Por eso vemos que en casi todas sus composiciones en verso, aun aquellas que no tienen relación con el tema de la patria, siempre se encuentra un pensamiento o un sentimiento expresivo de su ideal patriótico o nacionalista.

Lo dicho, sin embargo, no explica aún por qué la poesía de Rizal es tan buena miel como la de las poesías de nuestros poetas mayores ya citados. No revela el misterio de su poesía.  ¿Estaría el misterio en su sinceridad? Así nos inclinamos a pensarlo.  La sinceridad de Rizal nos parece evidente en todas sus composiciones en verso.

Una sinceridad real, no imaginada o artística. Lo artístico, por su brillantez, deslumbra y hasta encanta; pero lo real conmueve, impresiona con más fuerza. Puede admitirse que en ninguna composición poética falta de sinceridad.

Pero esta sinceridad puede ser verdadera, diríamos interna; y también imaginaria, provocada o creada, venida de fuera, por el esfuerzo del poeta ante el objeto o el tema de su poesía. La sinceridad poética de Rizal era viva, con vida propia, porque brotaba de la vida misma del Héroe. Por esto sus versos conmueven y conmoverán siempre el corazón de todo filipino amante de su patria.

Por otra parte, la parquedad de la producción poética de Rizal puede tener su razón en que, como hemos insinuado, él se entregaba a la composición de versos, se echaba en los brazos de la Poesía, sólo para dar descanso a su espíritu, para aliviarlo del dolor que le producían las flaquezas de los hombres y las fealdades de la vida.

En los momentos breves y dilatados entre sí, en los cuales escribía versos, diríase que se miraba a sí mismo, o contemplaba su propio corazón donde se habían filtrado los más delicados sentimientos de su niñez y su adolescencia. Por esto notaréis que en ninguna de sus poesías hay nada que pueda herir nuestro sentimiento religioso.

Cuando no pudo evitar su indignación o su resentimiento y sintió que debía expresarlos se valió de la “acre prosa”. Sólo en tal prosa acre vertió sus heterodoxias.  El verso fue siempre el artístico ropaje de sus ideas y sentimientos de Dios, patria y familia.

Concluimos expresando nuestra opinión de que Rizal no sólo fue poeta, sino, en cierto sentido, el mayor de nuestros poetas, por la identidad completa entre su vida y su poesía.

Por eso Rizal es nuestro poeta clásico, por haber iniciado nuestra tradición poética, por haber dado orientación a la poesía filipina, de tal manera que cuando ésta quiere ser auténtica, cuando pretende reflejar los latidos del alma filipina, tiene que expresarse como lo hizo Rizal, inspirándose en la temática de familia, patria y religión, que forman la miel de su poesía, ofrecida a las generaciones filipinas en el panal del clásico verso castellano.