LAS CASAS DE CONCHAS

Fernando Ziálcita Nakpil

Pocos países son archipielagos; pocos tienen una costa extensa. Porque Filipinas es uno de los afortunados, el mar influye la vida cotidiana. No sólo se manifiesta en la comida, el gusto por el baño o la preferencia por viajes marítimos sino tambien en la arquitectura tradicional.

La casa autóctona es un entramado o de bambú o de madera que se levanta facilmente o en agua o en campo. Lleva un suelo elevado. El techo es un sombrero con vertientes empinados que protegen contra la lluvia que cae copiosamente de junio a octubre, y a veces están acompañados por tifones. En un medioambiente tropical, el techo alto ayuda en fomentar la circulación del aire húmedo y caliente.

La primera Manila española, fundada en 1571, siguió el sístema indígena de construir en bambú y bálago. Levantó viviendas y edificios públicos que pronto se quemaron en un gran incendio en 1583. Necesitando construir en materia más resistente, los manileños cortaron bloques de un depósito extenso de roca volcánica gris y blanda al lado del río Pasig en Makati al este de Manila. Con estos, localmente denominados "adobe," construyeron las murallas de Manila, las viviendas, los palacios y las iglesias. No sabían que el terreno filipino, por su cadena de vólcanes, es inestable. En 1645, vino un temblor que sacudió la ciudad y derrumbó a los grandes edificos de piedra, enterrando a muchos.

Surge un nuevo estilo que, según el misionero jesuita Francisco Ignacio Alzina en 1668, se llama "la arquitectura mestiza" porque combina madera y piedra. Además combina la tradición indígena y la tradición hispana. Las capas de tejas gruesas y el armazon pesado de madera no se colocan directamente sobre los muros de piedra, sino sobre un bosque de pilares gruesos (haligi) de madera fuerte cuyos pies estan hundidos de dos a tres metros en el suelo. Se liga el bosque con vigas. Para que sea ligero el conjunto, sólo hay dos plantas, en vez de tres, y la planta superior es de madera. Se erigen muros de piedra en la planta baja que forman más bien una cortina que no carga ningún peso. Durante un terremoto bailan los pilares y la planta superior sin caerse. Cómo en la casa indígena, se vive en la planta superior para evitar la humedad del suelo filipino.

Ademas del entramado, la techumbre esta influida por el mar. Se llama kilis/ quiles a las dos filas diagonales de madera que se juntan sobre el caballete de la techumbre para sostener el techo. Curiosamente viene de la palabra española "quilla" -- pariente de las palabra alemana "kiel" y de la inglesa "keel" -- que significa la armadura cóncava con que se forma el buque. Para los constructores, el techo era un buque al revés. Tambien hay presencia marina en la fábrica de piedra. Se unen las piedras con mortero que mezcla el agua, unas gotitas de claro de huevo, y la cal que resulta de ostras quemadas. En Luzón los bloques son o adobes o ladrillos. En las Visayas, cortan recifes que retienen las huellas de colonias submarinas.

La planta superior de madera se proyecta un metro más allá del muro de la planta baja para formar una galería volada. Esta protege la planta inferior de la lluvia y del sol. Constituye un corredor que asoma a la calle. Desde un ángulo el perfil de la casa hispanofilipina recuerda la popa del galeón, ese buque que sustentó la administración de Filipinas por más de dos siglos. ¿Sería una coincidencia? Un historiador naval de la Coruña, que visitó a Manila en 1998, notó la semejanza. Cuenta que los famosos miradores de su ciudad, esas galerías voladas altas y angostas de vidrío que dan máxima calefacción durante el invierno, aparecieron a principios del siglo XIX. Se inspiraron en el diseño de los buques que se hacián en los astilleros de aquel puerto famoso. El historiador abre un aspeto de estas casas que se debiera explorar.

Para responder al clima tropicál, las ventanas filipinas son grandes y varias. Hay ventanas altas, anchas y airosas que se cierran con persianas y con tableros de madera y de concha. Siendo el vidrío caro antes de la industrialización del siglo XIX, en China y Japón usan papel tráslucido de arroz para cubrir los tableros de ventana. Pero el papel es caro en Filipinas, a pesar de las colonias de chinos y japoneses que se radican en Manila por el comercio del galeón. Se sustituye el capiz. Este animal delicioso abunda en las aguas tibias; produce una concha redonda, plana y tráslucida. Despues de comerlo se usa su cáscara fina para ventanas. El diseño del tablero sugiere una influencia japonesa. Es una parrilla de madera en damero donde se injertan las conchas; como los shoji, el tablero corre en el pasamano. Se llama la concha.

Debajo de esta ventana se abre otra innovación filipina, la ventanilla. Sus tableros, que son totalmente de madera y que se defienden o con barandillas de madera o con verjas, corren en canales en la madera del suelo para formar aperturas discretas para ver lo que ocurre en la calle. Encima de la ventana grande hay una ventana ínmovil, el espejo, que es de capíz, más tarde de vidrío. Los muros de madera de los salones están calados como bordados que circulen el aire y la luz. Los bordados imitan flores y liras.

La casa hispanofilipina tiene varios cuartos con distintas funciones. La escalera de madera que junta las dos plantas entra en la caída que muchos llamarían la antesala. Pero es más que eso. No sólo acoge la caída a los amigos con una vista del patio o de un jardín sino también, porque estamos en Filipinas, les entretiene con las meriendas que no nunca se acaban. La sala da a la calle y, más allá, al mundo. Se para funciones importantes. Si hay comedor, como cuarto distinto, sus ventanas encuadran un jardín o un patio. Detrás de la casa está la cocina y, a su lado, una azotea. La azotea filipina combina la tradición árabe del techo llano y la tradición indígena del batalán, un lugar donde se lava la ropa, se preparan los ingredientes de la comida, se seca el pescado, y se cultiva un jardín en maceteras. La parte más privada de la casa es el cuarto de dormir. Aquí se colocan camas y aparadores y se cambia. Pero de verdad cualquier lugar seco y cómodo en la planta superior sirve de dormitorio. De noche se abren las "camas redondas" -- los petates de paja enrollados de día -- sobre el suelo liso de madera y se esparcen almohadas.

En el interior hay variedad de muebles (sillas, mesas, cómodas, aparadores, camas) y ornamentos (esculturas, pinturas, arañas). De día no siempre se siente la influencia del mar cuando estén abiertas las ventanas y la atención se enfoca en los muebles y ornamentos. Pero al cerrar las conchas, se abre un mundo insólito. Cuando el sol toca estos miles de pequeñas cáscaras finas y llanas, las ventanas relucen como la superficie inquieta de las olas al mediodía. En cambio al atardecer, una luz reducida trasforma la sala y evoca el sol cuando penetre las honduras del mar. Al iluminar, despierta sombras.