Una Revista Trimestral de Lengua y Literatura Hispanofilipina
Tomo III
No. 3 Invierno 1999/2000
ISSN 1496-4538
Director: Edmundo Farolán
En este número:
Editorial: "La reliquia"
Enrique Fernández Lumba: " La reliquia"
Tony P. Fernandez: "Las Aves de Rapiña"
Fidel A. Reyes: "Las Aves de Rapiña"
Elizabeth
Medina: Identidad
hispanofilipina: Pérdida y recuperación
CARTAS DE NUESTROS LECTORES
EDITORIAL:
"La reliquia"
El gran hispanista filipino, Don Enrique Fernández Lumba, q.e.p.d.,
escribió un artículo basado en los comentarios del poeta y académico
español, Don Dámaso Alonso, quien comentó que "Cada país hispanohablante
tiene una Academia (el caso de Filipinas es una reliquia de un tiempo en
que el español era idioma oficial y de una hegemonía cultural ya
extinguida) ." Su artículo fue publicado en el boletín de la
Academia Filipina en 1976 cuando D. Enrique fue entonces el Censor y
Secretario.
Su artículo causó ondas y represalias entre varios académicos, en
particular don Miguel Cuenco, diputado de Cebu y uno de los autores de la
ley de la eseñanza obligatoria del español en Filipinas, y el periodista
Guillermo Gómez Rivera, otro defensor y batallador del español en
Filipinas, y ahora miembro de número de la Acdemia Filipina.
Lo que Don Enrique quería mostrar en su artíiculo fue la realidad que
muchos hispanistas en Filipinas no quisieron aceptar; es decir, la
realidad de que el español en Filipinas se había muerto, y que todo lo que
quedaba era nada más que la memoria de una cultura y literatura que lucía
por más de un siglo, y que, ya en la segunda mitad del s. XX , era una
reliquia.
Don Enrique, en el artículo que reproducimos en este número, describía
también los problemas que la Academia Filipina tuvo desde sus principios.
He aquí su ensayo. EFR
La "RELIQUIA"
(Para que la Hispanidad lo sepa)
Por Enrique Fernández Lumba
El Director de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, de
Nueva York, Sr. D. Odón Betanzos, en mayo de 1975, escribió al
Excmo. Sr. D. Dámaso Alonso, Director de la Real Academia Española,
solicitando la admisión de aquélla en la Asociación de Academias de la
Lengua Española.
Don Dámaso le contestó y, en su respuesta, entre otras
cosas le decía: "Cada país hispanohablante tiene una Academia (el caso de
Filipinas es una reliquia de un tiempo en que el español era idioma
oficial y de una hegemonía cultural ya extinguida) ."
Hemos subrayado las
palabras entre paréntesis, porque nos proponemos comentarlas y, además,
fundamentarlas. Es evidente que don Dámaso se anticipó a dar respuesta a
la posible pregunta de por qué nuestro país, no siendo hispanohablante,
tiene, sin embargo, una Academia. Y dijo bien el Director de la RAE: La
Academia Filipina es una reliquia del aquel tiempo feliz ya remoto, y,
añadimos, los actuales Académicos son, a su vez, reliquias de la Academia,
por la fuerza incontrastable de las circunstancias locales y exteriores.
Se inauguró la Academia Filipina el 25 de julio de 1924, fecha del
Patrón de España y que la colonia española de nuestras Islas consagró con
el nombre de "Día Español", desde poco después del cese de la soberanía
española.
Entre los fundadores de la Academia habia tres españoles, dos de
ellos de los llamados "camagones" por su larga residencia en el país, pues
vinieron mucho antes de finalizar el pasado siglo. Recordemos sumariamente
la vida que ha llevado la Academia Filipina, juzgada por algunos de sus
mismos miembros y por otros que la contempla-ban desde fuera. Conviene
recordar antes el estado de la lengua castellana en nuestro pais al tiempo
de fundarse aquélla.
El castellano no era oficial, pero sí en la práctica porque predominaba
la generación hispanohablante y la colonia española era aún numerosa. Que
no era oficial lo prueba el hecho de que, de tiempo en tiempo, había que
aprobar una ley que permitía el uso del español en los tribunales de
justicia. Parecía el castellano no sólo oficial sino, también, nacional,
come lo afirmó el veterano periodista Vicente Sotto, a raíz de la
visita del poeta Salvador Rueda.
En muchos hogares, aún aquellos de familias no descendientes de
españoles, se hablaba el español, principalmente en Manila y las capitales
de provincia. Los legisladores deliberaban en castellano, lo mismo que los
magistrados y jueces, cuyas sentencias se dictaban en dicho idioma; la
mayoría de las juntas provinciales y consejos municipales redactaban sus
oficios en castellano; los formularios oficiales invariablemente incluían
la versión castellana bajo el texto en inglés, inclusive la balota
electoral; casi todos los centros de enseñanza privada, hasta los que
fueron fundados por filipinos, ya bajo la nueva soberanía, seguían usando
el espanol como medio de instrucción; y, en fin, la prensa filipina, en su
inmensa mayoría, se publicaba en castellano; El Mercantil era el
único diario español.
Y esto era aún verdad en los años 30, cuando en
Manila, entre diarios, semanarios, revistas decenales y mensuales,
exclusivamcnte en castellano, había 16 en total, y en provincias 27; las
publicaciones bilingües (inglés-español) sumaban 14 en Manila y otras
tantas en provincias.
Había, pues, motivo para pensar que Filipinas era país hispanohablante.
Como tal lo consideraban España y las demás naciones, aún las no
hispánicas. Per esto las empresas mercantiles del extranjero enviaban sus
propagandas en castellano. Entre tanto, de las instituciones docentes del
Estado iban saliendo generaciones instruidas exclusivamente en inglés, y
crecientemente favorecidas.
Debido a esto, en los años 20, antes de establecerse la Academia, los
que cultivaban el castellano, a no ser que estuvieran en la administración
pública, tropezaban con dificultades en su carrera. Por esto, el
benemérito don Enrique Zobel de Ayala, no siendo aún Académico,
fundo el Premio de su nombre, para "promover en Filipinas el estudio del
idioma español; difundirlo en sus formas literarias más correctas; y
compensar, en cierto modo y medida, los sacrificios que este cultivo
impone." (Subrayamos)
TAL era la situación, cuando la Academia Filipina se estableció en
1924. Veamos ahora qué vida ha venido llevando, deduciéndolo de
testimonios internos. Advirtamos que antes de la ocupación japonesa del
país en 1942, ninguno criticó pública-mente a la Academia o a sus
miembros. La primera crítica que conocemos es de uno de los camagones,
quien, escribiendo en 1929 desde Málaga, a un periodista de Manila le
anunciaba que habría de proponer su nombre para la Academia y añadia:
"Como quiera que esa Correspondiente tiene bien acreditada su absoluta
inercia o total inanición, ignoro si se ocupa de algo útil. . ." Y ya
había transcurrido un lustro desde su fundación. De regreso en Filipinas
el misrno camagón, escribió otra vez al mismo periodista, diciéndole: "He
observado que con motivo de la muerte de Romero Salas, se ha dicho
cuanto se ha podido para su buena memoria, pero nadie se acordó de decir
que también era Director de la Academia Correspondiente de Filipinas."
Ese detalle y otros me hacen sospechar que los inmortales dan por
muerta y podrida la tal Academia, aunque real-mente y como dijo un tal de
Panay: "... que .nació muerta de anemia.. ." Un día de estos voy a
plantear el asunto al Sr. Rincón para que la entierren en definitiva o se
cubran las vacantes y resucite, aunque sea preciso aplicarle la cura
Asuero." En mayo de 1930, y también en carta particular informaba que
Rincón "se abstuvo de modificar el "listajan" o candidatura que circulaba
porque estaba visto que predominaba ( ¡siempre el mismo 'error!) la
opinión de que los inmortales debían ser todos del gremio político activo;
creyendo asi hacer bien a la causa...
Precisamente, yo sustento criterio
opuesto." Más adelante, dice que "después de los discursos, de la
exhibición de medallas y de guardar el smokin en alcanfor, volverá todo al
silencio sepulcral". Esta vez no fue así del todo. Y debe notarse que la
preferencia a favor de los funcionarios públicos obedecía al hecho real de
que casi todos los ex-periodistas en castellano y literatos que aún
cultivaban este idioma desempeñaban un cargo público electivo o de
nombramiento.
Cuando en 1930, Rincón daba cuenta de la reorganización de la Academia,
comenzó diciendo que ésta "ha venido llevando una existencia lánguida,
premiosa... en los seis años con que cuenta." Por fortuna, en esta
reorganización o resurrección de la Academia, fue elegido Secretario don
Jaime C. de Veyra quien, con don Manuel Ma. Rincón, que era el
Censor, movió a la Corporación a trabajar, o, por lo menos, dar apariencia
de actividad académica, aprovechando la generosa oferta del propietario
de la excelente revista gráfica Excelsior, de insertar, sin costo alguno
para la Academia, el Boletin que la misma quisiera publicar, en forma de
fascículos de cuatro o seis páginas.
Veyra y Rincón llevaron sobre sus
hombros la tarea de la publicación del Boletin, cuyas entregas salieron en
los meses de septiembre de 1930 a marzo de 1933, pero, irregularmente,
como informaba el Secretario, debido "en gran parte, a escasez de
material."
En 1937, el mismo camagón aludido al principio, don Esteban
Lanza, vuelve a quejarse de la preferencia por los "altos empleados
del Gobierno" y añadia: "Vea, y como la más reciente y cínica puñalada, la
contestación que dieron todos los Secretarios a la petición (a mi juicio
tonta o inocente) que hizo la Academia de que en las oficinas públicas se
usase nuestro idioma, como cooficial que es según la Constitución." (Se
refería a la de 1935 cuando se creó la Mancomunidad). "Solamente el
Secretario de Agricultura dió contestación favorable."
Pasan los años y se van cubriendo las vacantes que se producían por
fallecimiento y se llega a la década de los 40. Entonces se habrían dado
cuenta de que sin la enseñanza del castellano en las escuelas públicas,
éste irremediablemente iría cada vez más perdiendo terreno.
El Académico Pascual Asanza presentó a la Asamblea Nacional su proyecto sobre la
enseñanza obligatoria del español en todos los cuatro años del curso
secundario (high school). Fue su ponente el ex-magistrado y entonces
diputado don Norberto Romuáldez. Fue aprobado por abrumadora
mayoría, pero no llegó a la votación final definitiva, porque la guerra
del Pacifico estaba a las puertas; mejor dicho, los japoneses se estaban
preparando a invadir el país, como así lo hicieron a fines del 41,
iniciando la ocupación de más de tres años que vino a dar Ia puntilla,
aunque no lo parecía, al castellano, y un nuevo impulso a la lengua
nacional indígena, por obvias razones.
Cuando se proclamó la República en 1946, la situación del castellano no
'era tan halagadora como se les había presentado a los Académicos
españoles en 1935, hasta eI punto de haber éstos enviado al año siguiente
a su ilustre colega, el poeta Enrique Diez Canedo, quien, en 1923,
fue eI único que tomó nota de la publicación el año anterior del Parnaso
Filipino, editado por la Casa Editorial Maucci, dedicándole un extenso
comentario.
Vino Diez Canedo trayendo el mensaje de felicitación y aliento
de la RAE, gratamente complacida al oir que el pro-greso del castellano
sería mayor aún "luego que el estado fili-pino reciba su independencia...
Entonces el idioma será oficial, en union de una de las lenguas indígenas
que elegirán los mismos filipinos, reunidos en congreso para ello." (Bol.
RAE, marzo, 1936). Cierto que el español era ya lengua oficial desde la
Mancomunidad, gracias al grupo veterano de delegados españolistas,
encabezado por el mismo Presidente de la Asamblea Constituyente, Claro
M. Recto, pero aquella co-oficialidad era inefectiva, de ahí la
petición hecha por la Academia en 1937, que citaba Lanza.
Cuando la Misión
española encabezada por don Antonio Goicoechea vino para que España
estuviera presente en la inauguración de la Repüblica el 4 de julio de
1945, no había para darle la bienvenida en castellano más que un solitario
portavoz de los filipinos hispanohablantes, Voz de Manila, diario
modesto, pero benemérito fundado y dirigido por Bienvenido de la Paz, que
no era todavía Académico.
La presencia de la Misión española revivió el
entusiasmo hispanófilo que había hasta la víspera de la guerra, aunque
atemperado por la desaparición, durante la batalla de Manila, de muchas
familias hispanohablantes, entre ellas la de don Manuel Ma. Rincón, y éste
mismo que fue principal promovedor de la fundación de la Academia
Filipina, de la que era Censor. Gracias que le sobrevivió el Secretario,
don Jaime C. de Veyra.
Debido a las instancias de don Julio Casares, Secretario de la
RAE, referentes al estudio de los filipinismos, De Veyra procuró reunir a
los mieinbros que estaban en Manila y dis-puestos a asistir. Celebraron,
pues, una junta en la que, para cubrir vacantes, eligieron a cinco, entre
ellos a quien es hoy Director de la Academia, Dr. Emeterio
Barcelón, pero que entonces se hallaba ausente de Filipinas.
Era el
mes de abril de 1947. Al informar De Veyra a su colega madrileño, le decía
que "La Academia venía arrastrando una existencia puramente nominal", y lo
confirmaba después al decir que de los electos ninguno había ingresado
formalmente. Barcelón, que estaba ya en España y representó a la Academia
en el Congreso Cervantino, fue recibido por la misma RAE.
Informaba
también don Jaime que la mayoría no asistían, aunque exceptuaba a dos de
los electos "rogados" a que asistieran, pues no 'estaban estric-tamente
obligados, para contar con su cooperación. "Y asi estamos: - decía don
Jaime, cuatro o seis individuos los domingos para ir despachando los
filipinismos. En cuadro, Sr. Secretario, en cuadro!. .
En vista de aquella situación, De Veyra anunció en agosto de 1947 su
dimisión incluyéndola en el orden de asuntos. En noviembre, le escribió a
uno de los electos diciéndole: "Estoy cansado con la indiferencia de los
compañeros, y voy a hacer efectiva mi abstención a ser secretario: no vale
la pena de servir gastando tiempo, paciencia y dinero."
En efecto, en la
convocatoria de diciembre declaraba: "Conque, abur, que yo me despido.
Estoy ya cansado de ir repitiendo, debajo de mi firma "Secretario
dimisionario". A lo mejor, dejo en banda las sesiones y haré lo que la
"mayoría", no asistir a ellas. " Es que no se adelantaba en el estudio de
los filipinismos. En marzo de 1950, don Jaime, convoca a junta diciendo:
"Vamos a ver si podemos reuirnos, siquiera por última vez. "Ser o no ser"
debe ser la divisa.
El Director invita a una junta para decidir este
asunto, que no honra a nadie, antes bien es motivo de mortificación o
vergüenza." Acuerdan seguir adelante, pero ello no pasaría de allí, pues
don Jaime se abstiene, de tal modo que en julio del mismo alto 1950 es ya
el vicesecretario Lanchengco quien convoca y ofrece a sus colegas como
"aliciente" la probable presencia de Recto y de Bernabé, que no surtió el
efecto deseado.
El Director, no estando seguro de la asistencia de los
Académicos, se limita a consultarles por escrito sobre quienes habrían de
representar a Filipinas en el Congreso de Academias, por celebrarse en
México. De los tres que fueron, sólo uno era ya Correspondiente.
Los otros
dos meros electos. Uno de éstos era el Vicesecretario, quien, algunos
meses después de su regreso, convoca a la Academia, en agosto de 1951,
empezando asi la convocatoria: "Hace cerca de un año que la Academia no se
ha reunido. Esta inactividad ha hecho que algunos compañeros se pregunten
si ella vive todavía o si ha muerto ya... ¿Podemos seguir actuando de esta
manera? Un poco dificil.
Hay cierta clase de acuerdos que deben tomarse
por la corporación misma, actuando como tal." Debe advertirse que tales
acuerdos no eran, precisamente, sobre los filipinismos en los que estaban
interesados la RAE y don Jaime.
Hasta ahora hemos citado testimonios sobre la inactividad académica
expresados por los de "dentro". Veamos ahora lo que decían los de "fuera".
El 2 de mayo de 1957, la revista Ahora, que servía de portavoz de
la Peña Hispano Filipina y tenía por director a un veterano periodista y
literato, Federico Calero, decía así en su editorial con el
epigrafe de "¿Qué hace la Academia?": "Nuestra Academia Correspondiente de
la Real Academia de la Lengua Española existe solo de nombre.
Después del
viaje que hicieron a España algunos de nuestros Académicos representando a
la correspondiente filipina en una Asamblea de Academias, no se ha hecho
nada por nuestra academia para justificar la razón de su existencia." Y
después de referirse a vacantes no cubiertas, añadía: "Es que los que
quedan no hacen nada para justificar su condición de académicos".
Por aquellos días, don Jaime decía que había muchos aspirantes, pero
que luego de recibir el honor se quedaban en casa. Aquella misma Ahora, en su último editorial del mismo año 1957 se despedía
diciendo, entre otras cosas, que "... por un cámulo de circunstancias
adversas... que han contribuido a que el esfuerzo que pusimos unos cuantos
quedara frustrado ante la incontrovertible realidad: el español en
Filipinas es algo que se esfuma sin que los que nos llamamos hispanistas
podamos remediarlo."
Tristísima, pero bien fundada confesión. Años
después, 1968, otro periodista joven, de pluma ingeniosa y ágil, Antonio Ma. Cavanna, publicó un extenso artículo en el semanario Nueva Era con un titulillo a modo de Tema que decía: "Academias,
Academitas y Seudoacademias".
Este título menor tenía su razón de ser,
porque por aquellos días existía, entre diversas sociedades españolistas,
una que se llamaba "Academia Hispánica", que pronto se esfumó a pesar de
los muchos miembros que sus organizadores nombraron. El principal título
del artículo es también una pregunta como la de Calero: ¿Panteones o
Filones de la Cultura Española en Filipinas?
El principal desacierto e injusticia del artículo fue comparar la
Filipina con las Academias Hispanoamericanas, aún las creadas después de
ella. El mismo autor lo revela. Fue, precisamente, becario del Instituto
de Caro y Cuervo, gracias a la Academia Filipina, que debió nombrarlo,
pero, por motivos que preferimos olvidar, alguien asumió la representación
de aquélla.
Por eso pudo decir que había presenciado, observado y
estudiado la labor de uno de los mejores "ramales en Sur América - la
Academia Colombiana - y sus actividades diarias, sus publicaciones
regulares, sus concursos para estimular la producción intelectual, y su
organización, composición y vida actívisima, y créanos que da pena hacer
una comparación con la Correspondiente de Filipinas."
Y da la razón de esto, al decir: "Claro está que, en la América Hispana
las Academias son verdaderos cuerpos vivos a causa de la misma autoridad
que se les concede y por el hecho de ser convertidas por ley (subrayamos),
en cuerpos consultivos del propio gobierno." "Mucho pues, deja que desear
la Academia Filipina correspondiente de la R.A.E., comparada con las que
forman los otros ramales del tronco español.
Mucho tiene que hacer, por
ponerse, no ya a la altura de aquéllas -que casi es imposible -' sino, al
menos a la altura del prestigio que sn nombre demanda." Y dice muchas
otras cosas más el artículo no todas conformes con la verdad, como cuando
dice:
..... reconocemos que aún cuenta en su seno con muy meritísimos
señores, y hubo un tiempo - hace muchos, muchísimos años atrás-, en que
dicha Institución lució bien, su funcionamiento fue normal y mantuvo
algunas labores propias de su carácter. Pero ... repetimos: eso fue hace
tiempo, mucho tiempo atrás!..."
Y ya ha visto el lector que no fue así por testimonio mismo de los de
dentro de la corporación.
Precisamente, aquel año 1968, siendo ya Director
Barcelón, fue cuando la Academia estuvo mejor. Debía quizá darse cuenta el
articulista de que no juzgaba con plena justicia, pues líneas adelante él
mismo insinúa las posibles causas de la inactividad de la Academia, entre
ellas la "falta de apoyo gubernamental", que, ciertamente, nunca lo ha
tenido ni podrá tenerlo.
El mismo inquieto periodista volvió a la carga
contra la Academia el año siguiente, 1969; esta vez en la revista YA, de irregular aparición y de la que era Director.
Innecesario es reproducir lo que decía, porque no era más que
reiteración de su menosprecio contra la Academia. Pero tenemos que decir
que, no obstante aparecer como su consejero uno de los más dignos e
ilnstres miembros de la Academia, no estaba bien informado, pues, entre
los "literatos" ... "muertos sin haber gozado del sillón académico no
obstante sus méritos para ello", menciona a cuatro que fueron Académicos
desde muchísimos años antes: Rávago, padre, Asanza, Liquete y Aunario.
La inactividad que él
denunciaba sí era cierta, como ya hemos visto; pero no era todo por culpa
de los mismos Académicos, sino de las abrumadoras circunstancias
invencibles que comenzaron desde el cambio de soberanía, desde lo que
Recto llamó la "interpolación" de "la conquista americana"; es decir,
usense.
Volviendo a la actuación de la Academia, diremos que, no obstante su
atonía, pudo estar representada no sólo en el Congreso inicial de Méjico
(1951), sino también en el de Madrid (1956), el de Bogotá (1960), el de
Buenos Aires (1964) y el de Quito (1968), y aún en la Comisión Permanente
(1969) con sede en Madrid, por voluntad firme del Director que se impuso a
uno de sus colegas para que fuera en su lugar.
Más interrumpamos la
exposición para hacer notar qne en la década del 50, el entusiasmo por el
español parecía alentador: Ya había un diario más, El Debate,
revivido por Antonio Serrano y gracias a la generosidad de la
familia Madrigal, primeramente, luego la de don Andrés
Soriano y sus hijos. Por entonces vino un sevillano, Manuel López
Flores, y fundó la revista ilustrada Semana, que atrajo la colaboración de
poetas y literatos, como Manuel Bernabé, Lorenzo Perez Tuells y Francisco Zaragoza, ademas de la del venerable Jaime C. de Veyra.
Revivió el diario La Opinión, con la ayuda de Francisco
Palisoc, aunque luego cambió de nombre, llamándose La Unión Hispano
Filipina; intentó también crear una biblioteca de clásicos filipinos
iniciándola con la re-edición del poemario Pentélicas, de Cecilio Apóstol.
Funcionaba La Peña Hispano Filipina, que no
tenía oficiales, sino organizadores de sus comidas mensuales, convertidas
en tertulias de los hispanohablantes, de las qne surgieron buenas
iniciativas como el Congreso Nacional de Hispanistas de Filipinas, en cuya
sesión inaugural habló el Presidente de la República, don Elpidio
Quirino, quien, el año siguiente, tuvo la feliz idea de llevarse a
Bernabé en su visita oficial a España. Estaban vigentes las Leyes de
Magalona y de Cuenco (Miguel), sobre enseñanza obligatoria del castellano.
Se fundó una Federación de Profesores de Español, que también tuvo su
congreso. Se creó en el Departmento (Ministerio) de Educación una oficina
para que vigilara el cumplimiento de las citadas Leyes, y publicara los
textos prescritos en la de Cuenco.
En la década siguiente, del 60, hubo
también acontecimientos que debían favorecer la causa del castellano, como
la visita del Presidente de Mexico, don Adolfo López Mateos; la
venida de los delegados españoles al Congreso Rizalino; luego la visita
del Presidente Macapagal a España. Todo esto debía de saturar de
hispano-filia nuestro ambiente público de aquellos años. Y fue,
precisamente, en aquella década del 60, cuando la Academia Filipina entró
en su mejor etapa.
En 1964, dos Académicos, uno de ellos el Dr. Barcelón, asistieron al
Congreso de Academias, de Buenos Aires. A su regreso, y en la primera
reunión celebrada en enero de 1965, se reorganizó la Directiva con la
elección de Emeterio Barcelón como Director, y la de 16 nuevos Académicos,
a los que siguieron otros cuando se presentaba la ocasión.
El nuevo
Director reunía, además de los méritos literarios y la prestancia social,
la circunstancia de disponer de todo su tiempo y dedicarlo a la Academia.
Por esto, en el último decenio reciente ésta ha podido reunirse, en sesión
privada y en actos públicos, muchas más veces que en todos los decenios
anteriores.
La decisión más importante del nuevo Director fue la
publicación del Boletín en el que se registraría la actividad académica y
serviría de nexo, siquiera anual, con la Academia madre y las fraternas de
Hispanoamérica. Al principio, un grupo de Académicos contribuyeron por
igual para costear la publicación; luego, desde 1969, doña Gloria
Zóbel es quien la sostiene con su donación. Se han publicado ya diez
números. Se remite a todas las Academias y a instituciones culturales del
país y del extranjero, y a otras personas interesadas.
En 1974, pudo la Academia, aunque modestamente, celebrar su
cincuentenario, con una sesión pública que honró con su presencia y su
salutación el M.R.P. Dr. Leonardo F. Legaspi, O.P., primer Rector
filipino, y en la que fue recibido formalmente el R.P. Dr. Fidel
Villarroel, O.P., de la Universidad de Sto. Tomás, como Miembro
numerario. Dos años antes, fue recibido ignalmente, en un acto celebrado
en el Centro Cultural de España, el P. Angel Hidalgo, S.J., que
debió acompañar al Director en el Congreso de Academias de Caracas, pero
el viaje de ambos no pudo realizarse, pues a última hora cayó enfermo el
Dr. Barcelón.
Después del cincuentenario, la actividad de la Academia se ha reducido,
en parte por la edad y el precario estado de salud de la mayoría de los
pocos asiduos, contándose entre éstos los venerables octogenarios el
ex-Embajador Dr. José Ma. Delgado y el ex-Magistrado, Dr. Sabino
Padilla; pero más que esta razón personal, debemos mencionar que la
desaparición de muchas de las circunstancias alentadoras que antes
mencionamos, y el debilitamiento de las otras, son la causa verdadera de
la actual pasividad.
Un indicio fehaciente: La prensa filipina en
castellano se reduce ahora a dos semanarios: Nuevo Horizonte y Nueva Era. En realidad, la Academia no tiene en qué ocuparse. Las
resoluciones que se aprueban en los Congresos no se pueden cumplir; menos
aún las que requieren intervención del poder público. Por esto Filipinas
no ha ratificado el Convenio de Bogotá, pues no lo podría realizar. Tal es
la verdad que no se puede ni se debe disimular aunque "sangre el corazón."
Don Dámaso Alonso, en la carta referida al principio, indicaba
claramente las condiciones que debe reunir una Corporación para que pueda
formar parte de la Asociación de Academias de la Lengua Espafiola.
Acotemos algo más de aquella carta: "La Real Academia Española ve siempre
con simpatía toda entidad que se proponga defender y fomentar la lengua
castellana. Lo que no podemos aceptar es el empleo de la palabra
"Academia" ... Cada país hispanohablante tiene una Academia ... Todas
nuestras Academias forman una Asociación (con personalidad jurídica,
basada en un convenio multi-lateral).
A esa Asociación corresponde hoy la
máxima autoridad en la misión rectora de la lengua castellana. Pero todos
los miembros de esas Academias son hispanohablantes por nacimiento.... La
entidad por ustedes creada carece de estas condiciones: un gran número de
sus componentes no poseen como lengua materna el español. La lengua
española no es la lengua oficial de la Nación donde ustedes quieren fundar
esa Academia....
Todas estas Academias tienen como misión futura.... estar
o ponerse de acuerdo respecto a lo que puedan considerarse normas
lingüísticas vigentes, con el fin de mantener en el porvenir a unidad
fundamental de nuestra lengua. La entidad constituida por ustedes carece
de las condiciones necesarias para coejercer rectoría alguna sobre el modo
de hablar del mundo hispánico." Esto califica don Dámaso de "derecho
natural idiomático."
No siendo, pues, el castellano idioma nacional de los filipinos, porque
aún en aquellos hogares donde se habla aún esta lengua, la está
suplantando la indígena que se nacionaliza por conducto de las escuelas, y
siendo, por otra parte, su oficialidad meramente nominal, la Academia
Filipina ha perdido su base de sustentación.
Ella, como el mismo idioma
español, ya. ha cumplido su misión en nuestro país. Al fundarse, no sólo
se pensaba quizá que el castellano continuaría progresando, sino que,
sobre todo, serviría de apoyo moral a nuestras demandas de Independencia.
Así lo reveló Manuel Rávago en el acto inaugural de la Academia, en
1924. "España, o mejor dicho, la Real Academia Española de la Lengua -
decía él -' al equipararnos con las repúblicas independientes de Colombia,
el Ecuador, Méjico, El Salvador, Venezuela, Chile, Peru, Guatemala, la
Argentina y Honduras, no lo ha buscado quizá, pero de hecho ha venido a
reconocer la elevada cultura, la adelantada civilización de nuestro
pueblo, que hoy tratan de negar los adversarios de nuestra libertad, pero
que todo espíritu desapasionado y todo ánimo recto y justiciero tiene que
reconocer."
En 1946, Filipinas logró la realización de su ideal al proclamarse la
República. La Hispanidad prestó desinteresadamente y en todo momento su
apoyo moral a los filipinos en su lucha por la Independencia, sin
requerir, como otros, que su lengua castellana, que todavía era nuestra,
aunque limitada, se conservara utilizándola come medio de instrucción, a
fin de asegurar su permanencia.
Aquel desinterés merece la gratitud de
Filipinas. Y si alguna voz filipina se deja oir en Santiago de Chile, tal
vez no sea para defender alguna teoría linguística, algún punto de
filología o tema gramatical, sino para manifestar a la Hispanidad reunida
en Congreso, el agradecimiento, per lo menos, de los filipinos
hispanohablantes que quedan y recuerdan aquella solidanidad hispánica con
nuestra legitima aspiración independista.
Manila, 1 de octubre de 1976
Tony P. Fernandez
El pueblo filipino, que durante decenios libró una batalla para ganar
su independencia, primero contra España y después contra los Estados
Unidos, recordará siempre a sus escritores que combatieron con su pluma
para restablecer la libertad y la democracia en su país durante el régimen
estadounidense de las Islas Filipinas al terminar la llamada Revolución
Filipina de1896.
Eran unos tiempos aquellos, difíciles para los periodistas filipinos
que trabajaban en un ambiente de miedo creado por años de represión
norteamericana. La intimidación y el hostigamiento de los periodistas era
algo corriente.
Es más, la información era controlada. Era dificil para un periodista
desempeñar su labor periódistica con justicia y objetividad. La única
clase de información que el Gobierno norteamericano quería que se
publicase era la que favorecía a la buena gobernación de los americanos.
Sin embargo, el lema que inspiraba a los periodistas filipinos era "la
libertad para el pueblo." En un ambiente así se escribio quizá el
más famoso editorial del periodismo filipino, respetado y admirado por los
filipinos de entonces y por la nueva generación filipina de hoy. Nos
referimos al editorial "Las Aves de Rapiña", escrito por Don Fidel A.
Reyes, el redactor-jefe de El Renacimiento . Este periódico lo
fundó Don Martin Ocampo, habiendo sido directores Rafael
Palma, luego Fernando Ma. Guerrero y más tarde Teodoro M.
Kalaw, en cuyo tiempo se publicó el famoso editorial que conmovió la
sociedad filipina durante la ocupación yanquí.
Aquel editorial, es, sin lugar a dudas, el más famoso de Filipinas por
la pasión que suscitó como ejemplo del hostigamiento de los periodistas y
como símbolo en defensa de la libertad de prensa.
Después de la publicación del editorial, Reyes, Kalaw y sus colegas de El Renacimiento fueron acusados de libelo por el Gobierno americano
para impedir la libertad de prensa y que luego determinó la desaparición
de dicho diario por sus críticas contra las autoridades americanas.
Debemos recordar también que El Renacimiento se declaró
decididamente partidario de la conservación del castellano frente a los
que abogaban por el nuevo idioma inglés impuesto en las escuelas públicas.
Vivió este gran periódico hasta 1910. Pero ha dejado huella imperecedora
en la historia del periodismo de Filipinas y desde entonces sirvió de
inspiración a los periodistas que querían mantener el derecho del público
a una información libre y sin censura.
Muchas cosas se pierden con el paso del tiempo pero el recuerdo del
editorial "Las Aves de Rapiña" escrito por Don Fidel A. Reyes no ha caido
en olvido. Esto es cada vez más recordado por los jóvenes de hoy y no se
pierde entre nosotros, pues tenemos plena conciencia de aquel hecho
inolvidable dando cuenta que el español consituye un elemento histórico
del ser nacional filipino.
El caso contra "Las Aves de Rapiña" ha dado un extraordinario impulso a
muchos periodistas, escritores, dramaturgos, y grupos teatrales, así como
directors del cine filipino, de crear obras basados del famoso editorial.
Gil Portes, que cuenta con catorce películas en su nombre dirigió la
producción en inglés "Birds of Prey" (Aves de Rapiña) donde
actuaron Gina Alajar y Edward Swan. En su film, Gil Portes nos deja ver el
verdadero mensaje de las Aves de Rapiña.
También se exhibieron obras teatrales basados con todos los elementos
de nuestra lucha por la independencia. La zarzuela filipina, Paglipas
ng Dilim, una comedia escrita en la segunda década de este siglo por Precioso Palma y Leon Ignacio, resalta con valores humanos
que busca la identidad filipina mostrando la situación social y política
del país. En una de sus escenas aparece una aguíla rapaz devorando a las
indefensas gallinas, inspirado, no cabe duda, por el famoso editorial.
Honra hoy nuestra edición de La Revista, Don Fidel A. Reyes, gran
periodista batangueño que dejó conocer su pluma escribiendo enjundiosos
artículos en defensa de los derechos demócraticos de los filipinos en su
empeñada lucha por nuestra emancipación política.
Aquí está el referido editorial:
Las Aves de Rapiña
Fidel A. Reyes
En la extensión del globo, unos han nacido para comer y devorar, y
otros para ser comidos y devorados.
Una y otra vez, estos últimos se han agitado, tratando de rebelarse
contra un orden de cosas en que son presa y pasto para la veracidad
insaciable de los primeros. Alguna vez han tenido suerte ahuyentando lejos
a los comedores y devoradores, pera en la mayor parte de las veces, no se
ha conseguido más que un cambio de nombre o de plumaje.
En todas las esferas de la creación, la situación es la misma, la
relación entre unos y otros es la que dictan el apetito y la fuerza para
saciarlo a costa del prójimo.
Entre los hombres, es facílisimo observar el desarrollo de este
fenómeno diario. Y por alguna razón psicológica los pueblos que se creen
poderosos han tomado por emblema las criaturas más fieras y más dañinas:
ora es el león, ora el águila, [ora] la serpiente. Unos lo han hecho por
un secreto impulso de afinidad, otros por efecto de una simulación, de
variedades infatuadas aparentando lo que no son ni puede ser jamás.
El aguila, simbolizando libertad y fuerza, es el ave que ha encontrado
más adepto. Y los hombres, colectivos e individualmente han querido copiar
e imitar el ave más rapaz, para triunfar en el saqueo de sus semejantes.
Hay hombres que además de ser águilas, reunen en sí las
características del buitre, del buho y del vampiro.
Subiendo a las montañas de Benguet para clasificar y medir cráneos de
igorrotes y estudiarlos y civilizarlos y sorprender al vuelo, con ojo de
ave de rapiña, donde se encuentran los grandes yacimientos del oro, la
presa oculta entre los montes solitarios, para apropriarsélos después,
gracias a esto a facilidades legales hechas y deshechas al anteojo, para
siempre en beneficio propio.
Autorizando a despecho de leyes y ordenanzas una matanza ilegal de
ganado enferma, para sacar beneficio de la carne infecta y podrida que él
mismo estaba obligada a condenar en virtud de su posición oficial.
Presentándose en todas las ocasiones con el ceño fruncido del sabio que
consume su vida en los misterios del laboratorio de ciencia, cuando toda
su labor científica se reduce a desecar insectos e importar huevas de
peces como si los peces de este país fueran menos nutritivos y menos
ricos, de tal como que valiera la pena de sustituirlos con especies
venidas de otros climas.
Dando un impulso admirable al descubrimiento de veneros de riqueza en
Mindoro, en Mindanao y demás puntos vírgenes del Archipíelago con el
dinero del pueblo y con el pretexto de bien público, cuando en rigor se
trata de pescar todos los datos y la clave de la riqueza nacional en
provecho personalísimo como se demuestra por la adquisición de inmensas
propiedades registradas con nombres ajenos.
Promoviendo por medio de agentes y consocios secretos la venta a la
ciudad de terrenos sin valor por cantidades fabulosas que los padres de la
ciudad no se atreven a rehusar por el temor de disgustar a quien va detrás
de la moción, y que no rehusan por lo que les conviene.
Patrocinando la concesión de hoteles en sitios terreplenados con la
perspectiva de enormes utilidades, a expensa de la sangre del país.
Tales son las características del hombre que es a la vez aguila que
sorprende y devora, buitre que se solaza en las carnes muertas y
putreficas bajo aparente omnisciencia petulante y vampiro que chupa en
silencio la sangre de la víctima hasta dejarla exangüe.
Estas aves de rapiña son las que triunfan. Su vuelo y su dirección
jamas se ven detenidas.
¿Quién los detendrá?
Unos participan del botín y del saqueo. Otros son tan débiles para
levantar la voz de protesta. Y otros mueren en desconsoladora destrucción
de sus propias energías y intereses.
Y entonces surge terrorífica, la leyenda inmortal: MANE,
TECEL,PHARES.
IDENTIDAD FILIPINA: PÉRDIDA Y RECUPERACIÓN
Elizabeth Medina
Presentamos la hipótesis de que la pérdida de la identidad y memoria
hispanofilipina bajo el régimen colonial norteamericano llevó al
tratamiento descontextualizado y parcial de la época hispanofilipina
(1521-1898) en los textos de historia filipinos.
Afirmamos que la situación actual de difusa identidad y conciencia
histórica del pueblo filipino es producto de una ruptura histórica y
sicosocial cuya consecuencia fue la pérdida de la identidad y memoria
hispanofilipinas.
Creemos que la reorientación de la historiografía y la cultura hacia la
recuperación de la memoria hispanofilipina es posible mediante la
aplicación de un enfoque global sobre el pasado que dará cuenta de su
complejidad cultural y sicológica.
La identidad cultural es resultado de la acumulación de proceso
histórico y surge en todos los miembros de una sociedad una vez alcanzado
un nivel crítico de acumulación de experiencia sociohistórica. En el
momento cuando un pueblo logra la conciencia de sí misma, la imagen de un
Ser mayor y cohesionado se expresa en un proceso de articulación y
materialización de la voluntad de soberanía. El estudio de la identidad
cultural y de los cambios de mentalidad está prácticamente sin desarrollar
en la historiografía filipina. Tal reflexión se perfila hoy como necesidad
imperiosa para que los filipinos logremos comprender nuestro pasado y nos
emplacemos correctamente dentro del enmarque global de la cultura,
historia y coexistencia humanas, en el sitial que nos corresponde por
nuestra experiencia a través de los siglos.
La historiografía filipina deberá avanzar más allá de la simple
cronología; narrativa externa e interpretación parcial que deja fuera la
complejidad cultural de nuestra historia y por lo tanto la hace
ininteligible. La metodología hermenéutica es una herramienta que nos
permite penetrar a un nivel más profundo de los significados de la
documentación histórica, con el fin de descubrir "el mundo que puede
corresponder al texto", y es clave para acceder al pasado cultural
conservado en los documentos pero que no puede ser interpretado fielmente
a no ser que el investigador sea capaz de acortar las enormes distancias,
tanto temporales como culturales, que le separan de los textos.
Nuestra historia está marcada por dos colonizaciones sucesivas,
separadas por un breve interregno en el cual la síntesis del proceso
histórico hispanofilipino de 377 años -la Primera república filipina- fue
fundada y luego desmantelada. Dicha historia ha sido presentada como un
relato externo sin considerar los múltiples procesos de cataclismo
sicosocial concatenados entre 1896 y 1913, y cuyas secuelas indudablemente
siguen presionando sobre el presente.
Dado el hecho de nuestra colonización en serie, el estudio de la
mentalidad -es decir, las mutaciones de conciencia histórica y cultural
desencadenadas por cambios radicales de paradigma sicosocial y político -
es un requerimiento para la comprensión profunda de la historia filipina.
El Problema de la identidad filipina como disociación del pasado
hispanofilipino
La pérdida de la identidad hispanofilipina se expresa hoy en día como
el estado de disociación sicológica y emocional del mundo hispanofilipino
en los filipinos posmodernos. Sin embargo, éstos tienen la falsa creencia,
promovida por los libros de historia, que no existe ninguna brecha
cultural significativa entre ellos y la Generación de 1896. Es un hecho
constatable, no obstante, que el triunfo de EE.UU. sobre la Primera
República y la posterior reestructuración de la vida social, cultural y de
la identidad filipina entre 1901 y 1945 significó una ruptura violenta a
todo nivel para el pueblo hispanofilipino. El cambio lingüístico, la
educación, la transformación tecnológica, y la difusión a través de las
telecomunicaciones de las costumbres y la cultura general de EE.UU.,
borraron la memoria hispanofilipina casi por completo, separando así a la
nación de sus antepasados hispanofilipinos.
Empero, la causa más grave de dicha disociación de la conciencia
filipina del pasado hispanofilipino no fue el cambio radical de un paisaje
religioso, tradicional e hispanizado a otro anglosajón, secular y
tecnológico. El mayor factor de la disociación fue la desaparición de la
generación hispanofilipina que primero lideró el movimiento de asimilación
e igualdad de derechos bajo España, y, después, la Revolución y la
instauración de la República. La flor y nata de aquella generación
filipina paradigmática fue eliminada del liderazgo de la nueva nación a
través de la muerte y el exilio. Pero más allá de este hecho, tras el
establecimiento del régimen norteamericano, los sobrevivientes de aquella
heroica generación fueron marginados de la vida social y nacional y
reemplazados por los ilustrados no nacionalistas, quienes se convirtieron
en los colaboradores de los norteamericanos. Fue así como se perpetró la
traición, mediante el falso discurso de que el proyecto nacional fallido
se continuaba pero esta vez bajo un nuevo tutor de corte benévolo y
democrático, el mismísimo que había destruido aquel proyecto nacional. La
condición fatal para la supuesta continuación de la lucha por la
independencia fue, sin embargo, la renuncia al pasado. Tal renuncia se
transmitió a las nuevas generaciones en la forma de un desarraigo y
posterior olvido del íntimo vínculo que hubiera alguna vez existido entre
sus padres y abuelos y el mundo hispanofilipino.
La ruptura de cuajo y el olvido posterior de aquellos vínculos dejaron
el legado de ahistoricidad y desconcierto frente a un Himalaya documental
en el idioma castellano cuya realidad no cabía negarse y que era forzoso
escalar, tan sólo porque estaba allí. Tres generaciones de historiadores
-cuyos mayores se formaron bajo el régimen norteamericano- adoptaron la
bandera de la pureza étnica y lingüística y rechazaron la cultura española
y mestiza. Se empezó a minimizar el componente histórico hispano y
enfatizar los elementos geográficos y raciales asiáticos en la ecuación de
la identidad filipina. Sin embargo, el resultado de tales esfuerzos no ha
sido sino la exacerbación de la difusión cultural y la enajenación en un
pueblo cuyo comportamiento actual está marcado por la diáspora y la falta
de definición. Filipinas, en vez de avanzar con paso decidido hacia la
unidad y la recuperación de la mística de autodeterminación que llamea aún
en las crónicas de fines del siglo XIX, parece desplazarse con creciente
velocidad en dirección entrópica. El Centenario de la Primera república ha
puesto de manifiesto que el alma nacional sigue aferrada a una frágil
nostalgia en medio de un clima de deriva endémico que impregna todos los
ámbitos de la vida nacional.
Denominamos a ese "clima de deriva": disociación.
Naturaleza y manifestaciones de la disociación
hispanofilipina
La naturaleza de la disociación es sencilla: -los filipinos de hoy no
han experimentado la cultura hispanofilipina; el castellano se ha perdido
en Filipinas como idioma vivo; y existe un marcado sesgo cultural e
historiográfico contra la época colonial española.
La pérdida de comprensión profunda -y de la empatía que sólo puede
nacer de ella- ha llevado a la curiosísima representación de la "época
española" como un escenario témporoespacial en el que únicamente los
españoles habitaron y se desenvolvieron en absoluta separación de la
población indígena, y que más tarde abandonaron, llevando todo consigo sin
dejar prácticamente huella alguna tras de sí. Es sólo en la segunda mitad
del siglo XIX que la imagen nativa adquiere el perfil de protagonista
histórico de la época colonial hispana. Sin embargo, dicha imagen no es
definida pulcramente como hispanofilipina y siempre cabe la implicación de
que aquel actor histórico es el mismo que el filipino moderno. Creemos que
esto ha resultado de los sentimientos comprensibles de identificación por
parte de los historiadores y escritores filipinos norteamericanizados con
los héroes del Movimiento de propaganda y de los períodos revolucionario y
republicano, cuyas figuras más importantes se supuso que eran nativos no
mestizos de la clase media y de las capas sociales populares. Se ha
olvidado, no obstante, que aquellos filipinos -absolutamente todos ellos-
eran hispanofilipinos. Incluso Andrés Bonifacio, quien inició la cruzada
cismática contra todo lo español, era una criatura de ese mismísimo medio.
Todos los filipinos nacidos hasta fines del siglo XIX eran
hispanofilipinos. Los filipinos nacidos durante y después del período
norteamericano, por otro lado, se tornaron filipinos norteamericanizados;
y es esto lo que somos hoy por hoy.
Por lo tanto los filipinos actuales nos encontramos forzosamente
separados histórica y culturalmente de los filipinos originales -los
primeros en tener conciencia nacional -y este hecho no ha sido
correctamente registrado y reconocido en nuestros libros de historia. En
su lugar hay una creencia curiosa y sin cuestionar de que nada cambió
realmente para nuestro pueblo entre 1898 y 1946, salvo gobierno e idioma.
Se cree que el período norteamericano fue -como el escritor histórico
Isagani Cruz lo describe- una ocupación traumática pero breve. Sin
embargo, proponemos que, si bien de corta duración en comparación con el
régimen anterior, aquella ocupación propinó un golpe a Filipinas que fue
mucho más fuerte que todos los anteriores 377 años de colonización
española.
¿En qué consistió tal golpe? (1) En la destrucción del proyecto
hispanofilipino de liberación nacional en 1896 y de creación de la
república en 1898; (2) en el desmantelamiento de la cultura e identidad
hispanofilipina; (3) en la traición de sí y de la patria por parte de los
ilustrados no nacionalistas que se convirtieron en aliados y aprendices de
los norteamericanos y, (4) en el condicionamiento inevitable de nuestra
cultura e historia por el poder de los EE.UU., lo que llevó a las
generaciones futuras a heredar la enajenación cultural y una
historiografía deformada. Todo lo cual trajo aparejadas repercusiones
gravísimas de índole social, política y moral para el futuro desarrollo
del país; o sea, la realidad de los filipinos de hoy.
Es un hecho que, hoy en día los filipinos nos hemos norteamericanizado
y ya no somos hispánicos. No es tampoco nuestro interés negar ni
despreciar tal hecho, sino más bien animar a los filipinos actuales a
emprender con suma seriedad el sondeo del sustrato hispanofilipino que se
encuentra bajo la superficie norteamericanizada de nuestra cultura. Sólo
así logrará nuestro pueblo sentir su profundo raigambre en el poderoso y
hermoso legado cultural e histórico que compartimos con los pueblos
latinoamericanos. En otras palabras, no pretendemos negar la complejidad
de la ontología e historiografía filipina, sino todo lo contrario: honrar
y hacerle justicia.
Afirmamos además que el legado de autotraición y colaboración que
condujeron a la desaparición del pasado debe ser objeto de profunda
reflexión por parte de nuestros historiadores y referencias culturales, y
que debe tomarse además decisiones tendientes a corregir las deformaciones
históricas y educacionales que originaron y que han llevado al
empobrecimiento del pueblo filipino, al separarlo de su familia histórica
y cultural: España y Latinoamérica.
CONCLUSIÓN
Es nuestra apreciación que, en el caso de la historiografía filipina,
el tiempo ya ha hecho su trabajo y finalmente nos encontramos en situación
de replantear nuestro enfoque sobre el pasado, con miras a corregir los
errores de interpretación y rellenar las lagunas creadas por la amnesia y
el encogimiento de nuestro horizonte cultural. Dichos errores no han sido
el resultado de la negligencia irresponsable sino que son el lastre
histórico-cultural dejado por la acción ineludible de fuerzas mayores.
Creemos que mediante el emplazamiento y el estudio de la historia
filipina dentro del contexto mayor del proceso del Imperio español, y su
comparación con las historias de las naciones latinoamericanas, podremos
lograr una visión global e inteligible del pasado. A través del
estrechamiento de los vínculos culturales con España y la creación de
nuevas relaciones con América Latina, podremos recuperar nuestra memoria y
conciencia hispanofilipina, además de acceder a los significados profundos
cifrados en nuestra documentación histórica que permanecen ocultos debido
a la ofuscación y amnesia cultural, obstaculizando nuestra capacidad de
comprender y valorar el pasado y, por lo tanto, a nosotros mismos.
Por consiguiente, a pesar del hecho que somos lo que somos debido a la
acción de lo que se pudiera llamar un destino fatal, el futuro sí que está
en nuestras manos.
(Elizabeth Medina S. ( [email protected]) es una filipina,
traductora literaria, y ensayista, radicada en Santiago de Chile desde
1983. Escribe sobre la identidad filipina, el olvido del pasado
hispanofilipino y las historias comparadas de Filipinas y América Latina.
Publicó su primer libro en Santiago de Chile en 1998, Rizal According to
Retana: Portrait of a Hero and a Revolution. Sus otros trabajos son dos
manuscritos inéditos: "Becoming a Filipino: A Journey from Alienation to
Identity" (1997) y "Thru the Lens of Latin America: A Wide-Angle View of
the Philippine Colonial Experience" (1999).
Hemos recibido, en las últimas semanas, varias cartas de
nuestros lectores que nos escribieron desde España, Latinoamerica, EE.UU.
y aquí en Canadá, dando sus opiniones sobre la literatura hispanofilipina,
y el interés y pasión de conocer, en estas humildes páginas del internet,
la literatura filipina en español. Apreciamos mucho sus cartas. He aquí
algunas:
Date: 12/23/1999 12:35:46 PM Pacific Standard Time
From: [email protected] (Bruno Vuan)
To: [email protected]<BR>
Con respecto a la mención de Jack Schnabel referente a la
palabra "asalto", debo decirle que en Uruguay, si bien su utilización
normal es la de robo o atraco, la interpretación de asalto como fiesta
sorpresa está vigente, por lo que sospecho que el orígen de esta acepción
debe ser español y no filipino.
Saludos y felicitaciones por la revista,
Bruno Vuan,
Paso de los Toros,Uruguay
Gracias por la interesante observación. El Sr.
Schnabel seguramente le contestará para felicitarle.--EF
Subj: Hola amigos!
Date: 9/27/1999 5:18:06 PM EST
From: [email protected] (Jose Manuel Avellaneda abenza)
To: [email protected]
¡Hola! ¿Que tal está? Bueno, anteriormente ya recibió de mi
un mensaje de correo electronico.
Yo soy de España y de una de las cosas que mas me avergüenzo
como español es ver que paises como Francia y Inglaterra se preocupen no
solo de la calidad de su idioma sino de extenderlo, aunque por ello tengan
que pagar dinero, esto ultimo en el caso de Francia.
Desde el descubrimiento de America, lo unico que se ha
preocupado España es de extraer la cantidad mas grande de oro y plata
posible, alla donde ha ido a colonizar. Porque si aun sigue la cultura, el
idioma y todo lo que dejaron alli los conquistadores, yo creo, que todo el
merito hay que darselos a sus habitantes.
Me da mucha rabia la manera tan estupida de haber perdido
Las ultimas colonias. En cierto modo tanto el Ejercito como la Marina de
España estaban muy desgastados, tras las guerras que mantuvo con las
anteriores colonias de America y alguna que otra de Europa. Pero sobretodo
porque los anglosajones se han aprovechado siempre muy bien de nuestra
incompetencia. De la incompetencia de nuestros gobiernos (que aun sigue
siendo un incompetente). La primera, al abrirles el paso tras el
descubrimiento de America y la segunda, dejarles que se apoderasen de
nuestras colonias, poco a poco, aniquilando nuestro idioma y nuestra
cultura para poner las de ellos.
Pero lo peor de todo es que aun, nuestro gobierno sigue sin
hacer nada. Despues de haber perdido el Sahara de una manera tan
vergonzosa, dejemos a los pobres saharauis a merced de los marroquies que
los han aniquilado. El idioma de ellos como colonia de España era el
español, pero ahora, Marruecos quiere tratar de quitarles su identidad
inplantadoles el frances como idioma. Y el Gobierno de España no hace nada
de nada, cuando los saharauis adoran nuestro idioma, se consideran casi
como españoles ya que fue España quien siempre los protegio de Marruecos.
Ahora los unicos que ayudan a los saharauis son los ciudadanos, mediante
campañas o empresas privadas, etc....
Lo mismo digo de Guinea Ecuatorial. Tambien esa pobre gente
está abandonada a su suerte. De ser (en la epoca de la colonia) la zona
mas rica y con mayor renta per capita de Africa, es ahora uno de los
paises mas pobres del mundo, y con un criminal ejerciendo de dictador, el
señor Obiang (si es que se le puede decir señor).
Aun me acuerdo de la heroica defensa del castellano que hizo
en enero de 1993 el pueblo de Puerto Rico. Pero mucho me temo que esta
isla tan querida por los hispanos va a ser al final absorvida por el
gigante anglosajon.
Lo que suelo ver de su pais, Filipinas es algo triste. Gente
que tiene hasta nombres y apellidos españoles, y luego no tienen ni idea
del idioma español, o hablan en ingles o en tagalo. Es bastante triste.
Que nadie espere, sobre todo las antiguas colonias de
España, ninguna ayuda del Gobierno español. Ellos ya estan mas ocupados
subiendose el sueldo, reuniendose con la demas compañia de la Otan o con
el señor Clinton. Ustedes tienen el apoyo, el respeto y el cariño de los
españoles, pero diferencien eso, el Gobierno de España y el Pueblo de
España. Son dos cosas muy distintas.
Espero no haberme salido del contexto. Gracias por escuchar
mi opinion y hasta otra.
Jose manuel (España) correo electronico:
[email protected]
Gracias por sus intersantes opiniones--EF.
Date: 9/27/1999 10:02:31 AM EST
From: [email protected] (Roberto Blanco Andrés)
To: [email protected]
Estimado Sr Farolán:
Desearía retomar la correspondencia con usted, por diversos
motivos he descuidado la comunicación, respondo a un e-mail suyo del
pasado verano donde me comentaba la posibilidad de escribir un artículo,
aunque ya tarde por estar finalizando septiembre (creo recordar que
sacábais un número este mes)me gustaría poder participar en futuras
ediciones. Sigo con mis trabajos de investigación sobre temas filipinos,
preparando una tesis sobre lo mismo y conociendo cada vez más cosas de la
"antigua perla de Oriente". Me encantaría si fuera posible que me
facilitase otras direcciones en la red que considerase interesantes.
Desde aquí sólo le puedo ofrecer bibliografías y ganas de
trabajar. Deseando saber pronto de usted se despide atentamente:
Roberto Blanco Andrés.
Pudieras comenzar quizás con ponerte en contacto con el
Sr. Fernandez, director Interpinoy, una redvista en inglés, donde
hay varios artículos sobre la hispanidad filipina. Le puedes escribir
también a la Sra. Medina quien te podría facilitar con muchas
fuentes hispanofilipinas. Ambos tienen sus ensayos publicados en este
número con su correo electrónico enlazado con sus nombres--EF
Subj: correo de Emilio Dominguez
Date: 9/28/1999 12:07:06 PM EST
From: [email protected] (Emilio Dominguez)
To: [email protected]
Mi estimado Don Edmundo:
Le envío este correo, simplemente para felicitarle por el
nuevo número de su revista. No dudo que cada día, gracias a sus esfuerzos
tiene mayor número de lectores en España y en otros países hispanos.
Adelante y no desfallezca.
Saludos
Emilio Domínguez
Gracias Emilio. Y espero otra colaboración contigo
en el futuro.--EF
Subj: Preguntas y comentarios
Date: 10/11/1999 8:52:02 AM EST
From: [email protected] (Hector Abreu)
Reply-to: [email protected] (Hector Abreu)
To: [email protected]
Les escribo desde Venezuela. Reciban mis saludos. Tengo
algunas preguntas y comentarios.
Me gusta la música y la capacidad de ésta de llegar a las
masas. Al respecto, les pregunto lo siguiente: ¿No sería una buena idea
promover la música latina en Filipinas para contribuir a que las masas
perciban del idioma español un entusiasta "sabor a presente y futuro" y no
solo a Historia? ¿Sería posible utilizar la música como instrumento para
medir los "reflejos" latinos filipinos que los enlazan con las más de
veinte naciones hispanoparlantes? ¿Tuvo éxito el tema "Macarena" en
Filipinas?
Me emociona la idea de un país lejano hispanoparlante. Es un
sueño, no por ello irrealizable. Felicito a la Revista Filipina por su
labor en este sentido. Yo también estoy dispuesto a poner mi "grano de
arena".
Me despido cordialmente y espero respondan mis preguntas.
Gracias de antemano.
El académico y gran defensor del español en Filipinas,
Guillermo Gómez Rivera, es también director de una compañía de baile en
Filipinas. Es cantor y utiliza la música española para atraer a sus
estudiantes hablar y desarrollar la cultura hispana. Escríbale al
Sr. Fernández ([email protected]) para su dirección en Filipinas.
No sé si Gómez tiene email.--EF
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