Una Revista Trimestral de Lengua y Literatura Hispanofilipina

Tomo III No. 3 Invierno 1999/2000

ISSN 1496-4538

Director: Edmundo Farolán



En este número:

Editorial: "La reliquia"

Enrique Fernández Lumba: " La reliquia"

Tony P. Fernandez: "Las Aves de Rapiña"

Fidel A. Reyes: "Las Aves de Rapiña"

Elizabeth Medina: Identidad hispanofilipina: Pérdida y recuperación

CARTAS DE NUESTROS LECTORES


 

EDITORIAL: "La reliquia"

El gran hispanista filipino, Don Enrique Fernández Lumba, q.e.p.d., escribió un artículo basado en los comentarios del poeta y académico español, Don Dámaso Alonso, quien comentó que "Cada país hispanohablante tiene una Academia (el caso de Filipinas es una reliquia de un tiempo en que el español era idioma oficial y de una hegemonía cultural ya extinguida) ."  Su artículo fue publicado en el boletín de la Academia Filipina en 1976 cuando D. Enrique fue entonces el Censor y Secretario.

Su artículo causó ondas y represalias entre varios académicos, en particular don Miguel Cuenco, diputado de Cebu y uno de los autores de la ley de la eseñanza obligatoria del español en Filipinas, y el periodista Guillermo Gómez Rivera, otro defensor y batallador del español en Filipinas, y ahora miembro de número de la Acdemia Filipina.

Lo que Don Enrique quería mostrar en su artíiculo fue la realidad que muchos hispanistas en Filipinas no quisieron aceptar; es decir, la realidad de que el español en Filipinas se había muerto, y que todo lo que quedaba era nada más que la memoria de una cultura y literatura que lucía por más de un siglo, y que, ya en la segunda mitad del s. XX , era una reliquia.

Don Enrique, en el artículo que reproducimos en este número, describía también los problemas que la Academia Filipina tuvo desde sus principios.  He aquí su ensayo. EFR


La "RELIQUIA"

(Para que la Hispanidad lo sepa)

Por Enrique Fernández Lumba

El Director de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, de Nueva York, Sr. D. Odón Betanzos, en mayo de 1975, escribió al Excmo. Sr. D. Dámaso Alonso, Director de la Real Academia Española, solicitando la admisión de aquélla en la Asociación de Academias de la Lengua Española.

Don Dámaso le contestó y, en su respuesta, entre otras cosas le decía: "Cada país hispanohablante tiene una Academia (el caso de Filipinas es una reliquia de un tiempo en que el español era idioma oficial y de una hegemonía cultural ya extinguida) ."

Hemos subrayado las palabras entre paréntesis, porque nos proponemos comentarlas y, además, fundamentarlas. Es evidente que don Dámaso se anticipó a dar respuesta a la posible pregunta de por qué nuestro país, no siendo hispanohablante, tiene, sin embargo, una Academia. Y dijo bien el Director de la RAE: La Academia Filipina es una reliquia del aquel tiempo feliz ya remoto, y, añadimos, los actuales Académicos son, a su vez, reliquias de la Academia, por la fuerza incontrastable de las circunstancias locales y exteriores.

Se inauguró la Academia Filipina el 25 de julio de 1924, fecha del Patrón de España y que la colonia española de nuestras Islas consagró con el nombre de "Día Español", desde poco después del cese de la soberanía española.

Entre los fundadores de la Academia habia tres españoles, dos de ellos de los llamados "camagones" por su larga residencia en el país, pues vinieron mucho antes de finalizar el pasado siglo. Recordemos sumariamente la vida que ha llevado la Academia Filipina, juzgada por algunos de sus mismos miembros y por otros que la contempla-ban desde fuera. Conviene recordar antes el estado de la lengua castellana en nuestro pais al tiempo de fundarse aquélla.

El castellano no era oficial, pero sí en la práctica porque predominaba la generación hispanohablante y la colonia española era aún numerosa. Que no era oficial lo prueba el hecho de que, de tiempo en tiempo, había que aprobar una ley que permitía el uso del español en los tribunales de justicia. Parecía el castellano no sólo oficial sino, también, nacional, come lo afirmó el veterano periodista Vicente Sotto, a raíz de la visita del poeta Salvador Rueda.

En muchos hogares, aún aquellos de familias no descendientes de españoles, se hablaba el español, principalmente en Manila y las capitales de provincia. Los legisladores deliberaban en castellano, lo mismo que los magistrados y jueces, cuyas sentencias se dictaban en dicho idioma; la mayoría de las juntas provinciales y consejos municipales redactaban sus oficios en castellano; los formularios oficiales invariablemente incluían la versión castellana bajo el texto en inglés, inclusive la balota electoral; casi todos los centros de enseñanza privada, hasta los que fueron fundados por filipinos, ya bajo la nueva soberanía, seguían usando el espanol como medio de instrucción; y, en fin, la prensa filipina, en su inmensa mayoría, se publicaba en castellano; El Mercantil era el único diario español.

Y esto era aún verdad en los años 30, cuando en Manila, entre diarios, semanarios, revistas decenales y mensuales, exclusivamcnte en castellano, había 16 en total, y en provincias 27; las publicaciones bilingües (inglés-español) sumaban 14 en Manila y otras tantas en provincias.

Había, pues, motivo para pensar que Filipinas era país hispanohablante. Como tal lo consideraban España y las demás naciones, aún las no hispánicas. Per esto las empresas mercantiles del extranjero enviaban sus propagandas en castellano. Entre tanto, de las instituciones docentes del Estado iban saliendo generaciones instruidas exclusivamente en inglés, y crecientemente favorecidas.

Debido a esto, en los años 20, antes de establecerse la Academia, los que cultivaban el castellano, a no ser que estuvieran en la administración pública, tropezaban con dificultades en su carrera. Por esto, el benemérito don Enrique Zobel de Ayala, no siendo aún Académico, fundo el Premio de su nombre, para "promover en Filipinas el estudio del idioma español; difundirlo en sus formas literarias más correctas; y compensar, en cierto modo y medida, los sacrificios que este cultivo impone." (Subrayamos)

TAL era la situación, cuando la Academia Filipina se estableció en 1924. Veamos ahora qué vida ha venido llevando, deduciéndolo de testimonios internos. Advirtamos que antes de la ocupación japonesa del país en 1942, ninguno criticó pública-mente a la Academia o a sus miembros. La primera crítica que conocemos es de uno de los camagones, quien, escribiendo en 1929 desde Málaga, a un periodista de Manila le anunciaba que habría de proponer su nombre para la Academia y añadia:

"Como quiera que esa Correspondiente tiene bien acreditada su absoluta inercia o total inanición, ignoro si se ocupa de algo útil. . ." Y ya había transcurrido un lustro desde su fundación. De regreso en Filipinas el misrno camagón, escribió otra vez al mismo periodista, diciéndole: "He observado que con motivo de la muerte de Romero Salas, se ha dicho cuanto se ha podido para su buena memoria, pero nadie se acordó de decir que también era Director de la Academia Correspondiente de Filipinas."

Ese detalle y otros me hacen sospechar que los inmortales dan por muerta y podrida la tal Academia, aunque real-mente y como dijo un tal de Panay: "... que .nació muerta de anemia.. ." Un día de estos voy a plantear el asunto al Sr. Rincón para que la entierren en definitiva o se cubran las vacantes y resucite, aunque sea preciso aplicarle la cura Asuero." En mayo de 1930, y también en carta particular informaba que Rincón "se abstuvo de modificar el "listajan" o candidatura que circulaba porque estaba visto que predominaba ( ¡siempre el mismo 'error!) la opinión de que los inmortales debían ser todos del gremio político activo; creyendo asi hacer bien a la causa...

Precisamente, yo sustento criterio opuesto." Más adelante, dice que "después de los discursos, de la exhibición de medallas y de guardar el smokin en alcanfor, volverá todo al silencio sepulcral". Esta vez no fue así del todo. Y debe notarse que la preferencia a favor de los funcionarios públicos obedecía al hecho real de que casi todos los ex-periodistas en castellano y literatos que aún cultivaban este idioma desempeñaban un cargo público electivo o de nombramiento.

Cuando en 1930, Rincón daba cuenta de la reorganización de la Academia, comenzó diciendo que ésta "ha venido llevando una existencia lánguida, premiosa... en los seis años con que cuenta." Por fortuna, en esta reorganización o resurrección de la Academia, fue elegido Secretario don Jaime C. de Veyra quien, con don Manuel Ma. Rincón, que era el Censor, movió a la Corporación a trabajar, o, por lo menos, dar apariencia de actividad académica, aprovechando la generosa oferta del propietario de la excelente revista gráfica Excelsior, de insertar, sin costo alguno para la Academia, el Boletin que la misma quisiera publicar, en forma de fascículos de cuatro o seis páginas.

Veyra y Rincón llevaron sobre sus hombros la tarea de la publicación del Boletin, cuyas entregas salieron en los meses de septiembre de 1930 a marzo de 1933, pero, irregularmente, como informaba el Secretario, debido "en gran parte, a escasez de material."

En 1937, el mismo camagón aludido al principio, don Esteban Lanza, vuelve a quejarse de la preferencia por los "altos empleados del Gobierno" y añadia: "Vea, y como la más reciente y cínica puñalada, la contestación que dieron todos los Secretarios a la petición (a mi juicio tonta o inocente) que hizo la Academia de que en las oficinas públicas se usase nuestro idioma, como cooficial que es según la Constitución." (Se refería a la de 1935 cuando se creó la Mancomunidad). "Solamente el Secretario de Agricultura dió contestación favorable."

Pasan los años y se van cubriendo las vacantes que se producían por fallecimiento y se llega a la década de los 40. Entonces se habrían dado cuenta de que sin la enseñanza del castellano en las escuelas públicas, éste irremediablemente iría cada vez más perdiendo terreno.

El Académico Pascual Asanza presentó a la Asamblea Nacional su proyecto sobre la enseñanza obligatoria del español en todos los cuatro años del curso secundario (high school). Fue su ponente el ex-magistrado y entonces diputado don Norberto Romuáldez. Fue aprobado por abrumadora mayoría, pero no llegó a la votación final definitiva, porque la guerra del Pacifico estaba a las puertas; mejor dicho, los japoneses se estaban preparando a invadir el país, como así lo hicieron a fines del 41, iniciando la ocupación de más de tres años que vino a dar Ia puntilla, aunque no lo parecía, al castellano, y un nuevo impulso a la lengua nacional indígena, por obvias razones.

Cuando se proclamó la República en 1946, la situación del castellano no 'era tan halagadora como se les había presentado a los Académicos españoles en 1935, hasta eI punto de haber éstos enviado al año siguiente a su ilustre colega, el poeta Enrique Diez Canedo, quien, en 1923, fue eI único que tomó nota de la publicación el año anterior del Parnaso Filipino, editado por la Casa Editorial Maucci, dedicándole un extenso comentario.

Vino Diez Canedo trayendo el mensaje de felicitación y aliento de la RAE, gratamente complacida al oir que el pro-greso del castellano sería mayor aún "luego que el estado fili-pino reciba su independencia...

Entonces el idioma será oficial, en union de una de las lenguas indígenas que elegirán los mismos filipinos, reunidos en congreso para ello." (Bol. RAE, marzo, 1936). Cierto que el español era ya lengua oficial desde la Mancomunidad, gracias al grupo veterano de delegados españolistas, encabezado por el mismo Presidente de la Asamblea Constituyente, Claro M. Recto, pero aquella co-oficialidad era inefectiva, de ahí la petición hecha por la Academia en 1937, que citaba Lanza.

Cuando la Misión española encabezada por don Antonio Goicoechea vino para que España estuviera presente en la inauguración de la Repüblica el 4 de julio de 1945, no había para darle la bienvenida en castellano más que un solitario portavoz de los filipinos hispanohablantes, Voz de Manila, diario modesto, pero benemérito fundado y dirigido por Bienvenido de la Paz, que no era todavía Académico.

La presencia de la Misión española revivió el entusiasmo hispanófilo que había hasta la víspera de la guerra, aunque atemperado por la desaparición, durante la batalla de Manila, de muchas familias hispanohablantes, entre ellas la de don Manuel Ma. Rincón, y éste mismo que fue principal promovedor de la fundación de la Academia Filipina, de la que era Censor. Gracias que le sobrevivió el Secretario, don Jaime C. de Veyra.

Debido a las instancias de don Julio Casares, Secretario de la RAE, referentes al estudio de los filipinismos, De Veyra procuró reunir a los mieinbros que estaban en Manila y dis-puestos a asistir. Celebraron, pues, una junta en la que, para cubrir vacantes, eligieron a cinco, entre ellos a quien es hoy Director de la Academia, Dr. Emeterio Barcelón, pero que entonces se hallaba ausente de Filipinas.

Era el mes de abril de 1947. Al informar De Veyra a su colega madrileño, le decía que "La Academia venía arrastrando una existencia puramente nominal", y lo confirmaba después al decir que de los electos ninguno había ingresado formalmente. Barcelón, que estaba ya en España y representó a la Academia en el Congreso Cervantino, fue recibido por la misma RAE.

Informaba también don Jaime que la mayoría no asistían, aunque exceptuaba a dos de los electos "rogados" a que asistieran, pues no 'estaban estric-tamente obligados, para contar con su cooperación. "Y asi estamos: - decía don Jaime, cuatro o seis individuos los domingos para ir despachando los filipinismos. En cuadro, Sr. Secretario, en cuadro!. .

En vista de aquella situación, De Veyra anunció en agosto de 1947 su dimisión incluyéndola en el orden de asuntos. En noviembre, le escribió a uno de los electos diciéndole: "Estoy cansado con la indiferencia de los compañeros, y voy a hacer efectiva mi abstención a ser secretario: no vale la pena de servir gastando tiempo, paciencia y dinero."

En efecto, en la convocatoria de diciembre declaraba: "Conque, abur, que yo me despido. Estoy ya cansado de ir repitiendo, debajo de mi firma "Secretario dimisionario". A lo mejor, dejo en banda las sesiones y haré lo que la "mayoría", no asistir a ellas. " Es que no se adelantaba en el estudio de los filipinismos. En marzo de 1950, don Jaime, convoca a junta diciendo: "Vamos a ver si podemos reuirnos, siquiera por última vez. "Ser o no ser" debe ser la divisa.

El Director invita a una junta para decidir este asunto, que no honra a nadie, antes bien es motivo de mortificación o vergüenza." Acuerdan seguir adelante, pero ello no pasaría de allí, pues don Jaime se abstiene, de tal modo que en julio del mismo alto 1950 es ya el vicesecretario Lanchengco quien convoca y ofrece a sus colegas como "aliciente" la probable presencia de Recto y de Bernabé, que no surtió el efecto deseado.

El Director, no estando seguro de la asistencia de los Académicos, se limita a consultarles por escrito sobre quienes habrían de representar a Filipinas en el Congreso de Academias, por celebrarse en México. De los tres que fueron, sólo uno era ya Correspondiente.

Los otros dos meros electos. Uno de éstos era el Vicesecretario, quien, algunos meses después de su regreso, convoca a la Academia, en agosto de 1951, empezando asi la convocatoria: "Hace cerca de un año que la Academia no se ha reunido. Esta inactividad ha hecho que algunos compañeros se pregunten si ella vive todavía o si ha muerto ya... ¿Podemos seguir actuando de esta manera? Un poco dificil.

Hay cierta clase de acuerdos que deben tomarse por la corporación misma, actuando como tal." Debe advertirse que tales acuerdos no eran, precisamente, sobre los filipinismos en los que estaban interesados la RAE y don Jaime.

Hasta ahora hemos citado testimonios sobre la inactividad académica expresados por los de "dentro". Veamos ahora lo que decían los de "fuera". El 2 de mayo de 1957, la revista Ahora, que servía de portavoz de la Peña Hispano Filipina y tenía por director a un veterano periodista y literato, Federico Calero, decía así en su editorial con el epigrafe de "¿Qué hace la Academia?": "Nuestra Academia Correspondiente de la Real Academia de la Lengua Española existe solo de nombre.

Después del viaje que hicieron a España algunos de nuestros Académicos representando a la correspondiente filipina en una Asamblea de Academias, no se ha hecho nada por nuestra academia para justificar la razón de su existencia." Y después de referirse a vacantes no cubiertas, añadía: "Es que los que quedan no hacen nada para justificar su condición de académicos".

Por aquellos días, don Jaime decía que había muchos aspirantes, pero que luego de recibir el honor se quedaban en casa. Aquella misma Ahora, en su último editorial del mismo año 1957 se despedía diciendo, entre otras cosas, que "... por un cámulo de circunstancias adversas... que han contribuido a que el esfuerzo que pusimos unos cuantos quedara frustrado ante la incontrovertible realidad: el español en Filipinas es algo que se esfuma sin que los que nos llamamos hispanistas podamos remediarlo."

Tristísima, pero bien fundada confesión. Años después, 1968, otro periodista joven, de pluma ingeniosa y ágil, Antonio Ma. Cavanna, publicó un extenso artículo en el semanario Nueva Era con un titulillo a modo de Tema que decía: "Academias, Academitas y Seudoacademias".

Este título menor tenía su razón de ser, porque por aquellos días existía, entre diversas sociedades españolistas, una que se llamaba "Academia Hispánica", que pronto se esfumó a pesar de los muchos miembros que sus organizadores nombraron. El principal título del artículo es también una pregunta como la de Calero: ¿Panteones o Filones de la Cultura Española en Filipinas?

El principal desacierto e injusticia del artículo fue comparar la Filipina con las Academias Hispanoamericanas, aún las creadas después de ella. El mismo autor lo revela. Fue, precisamente, becario del Instituto de Caro y Cuervo, gracias a la Academia Filipina, que debió nombrarlo, pero, por motivos que preferimos olvidar, alguien asumió la representación de aquélla.

Por eso pudo decir que había presenciado, observado y estudiado la labor de uno de los mejores "ramales en Sur América - la Academia Colombiana - y sus actividades diarias, sus publicaciones regulares, sus concursos para estimular la producción intelectual, y su organización, composición y vida actívisima, y créanos que da pena hacer una comparación con la Correspondiente de Filipinas."

Y da la razón de esto, al decir: "Claro está que, en la América Hispana las Academias son verdaderos cuerpos vivos a causa de la misma autoridad que se les concede y por el hecho de ser convertidas por ley (subrayamos), en cuerpos consultivos del propio gobierno." "Mucho pues, deja que desear la Academia Filipina correspondiente de la R.A.E., comparada con las que forman los otros ramales del tronco español.

Mucho tiene que hacer, por ponerse, no ya a la altura de aquéllas -que casi es imposible -' sino, al menos a la altura del prestigio que sn nombre demanda." Y dice muchas otras cosas más el artículo no todas conformes con la verdad, como cuando dice:

..... reconocemos que aún cuenta en su seno con muy meritísimos señores, y hubo un tiempo - hace muchos, muchísimos años atrás-, en que dicha Institución lució bien, su funcionamiento fue normal y mantuvo algunas labores propias de su carácter. Pero ... repetimos: eso fue hace tiempo, mucho tiempo atrás!..." Y ya ha visto el lector que no fue así por testimonio mismo de los de dentro de la corporación.

Precisamente, aquel año 1968, siendo ya Director Barcelón, fue cuando la Academia estuvo mejor. Debía quizá darse cuenta el articulista de que no juzgaba con plena justicia, pues líneas adelante él mismo insinúa las posibles causas de la inactividad de la Academia, entre ellas la "falta de apoyo gubernamental", que, ciertamente, nunca lo ha tenido ni podrá tenerlo.

El mismo inquieto periodista volvió a la carga contra la Academia el año siguiente, 1969; esta vez en la revista YA, de irregular aparición y de la que era Director.

Innecesario es reproducir lo que decía, porque no era más que reiteración de su menosprecio contra la Academia. Pero tenemos que decir que, no obstante aparecer como su consejero uno de los más dignos e ilnstres miembros de la Academia, no estaba bien informado, pues, entre los "literatos" ... "muertos sin haber gozado del sillón académico no obstante sus méritos para ello", menciona a cuatro que fueron Académicos desde muchísimos años antes: Rávago, padre, Asanza, Liquete y Aunario.

La inactividad que él denunciaba sí era cierta, como ya hemos visto; pero no era todo por culpa de los mismos Académicos, sino de las abrumadoras circunstancias invencibles que comenzaron desde el cambio de soberanía, desde lo que Recto llamó la "interpolación" de "la conquista americana"; es decir, usense.

Volviendo a la actuación de la Academia, diremos que, no obstante su atonía, pudo estar representada no sólo en el Congreso inicial de Méjico (1951), sino también en el de Madrid (1956), el de Bogotá (1960), el de Buenos Aires (1964) y el de Quito (1968), y aún en la Comisión Permanente (1969) con sede en Madrid, por voluntad firme del Director que se impuso a uno de sus colegas para que fuera en su lugar.

Más interrumpamos la exposición para hacer notar qne en la década del 50, el entusiasmo por el español parecía alentador: Ya había un diario más, El Debate, revivido por Antonio Serrano y gracias a la generosidad de la familia Madrigal, primeramente, luego la de don Andrés Soriano y sus hijos. Por entonces vino un sevillano, Manuel López Flores, y fundó la revista ilustrada Semana, que atrajo la colaboración de poetas y literatos, como Manuel Bernabé, Lorenzo Perez Tuells y Francisco Zaragoza, ademas de la del venerable Jaime C. de Veyra. Revivió el diario La Opinión, con la ayuda de Francisco Palisoc, aunque luego cambió de nombre, llamándose La Unión Hispano Filipina; intentó también crear una biblioteca de clásicos filipinos iniciándola con la re-edición del poemario Pentélicas, de Cecilio Apóstol.

Funcionaba La Peña Hispano Filipina, que no tenía oficiales, sino organizadores de sus comidas mensuales, convertidas en tertulias de los hispanohablantes, de las qne surgieron buenas iniciativas como el Congreso Nacional de Hispanistas de Filipinas, en cuya sesión inaugural habló el Presidente de la República, don Elpidio Quirino, quien, el año siguiente, tuvo la feliz idea de llevarse a Bernabé en su visita oficial a España. Estaban vigentes las Leyes de Magalona y de Cuenco (Miguel), sobre enseñanza obligatoria del castellano. Se fundó una Federación de Profesores de Español, que también tuvo su congreso. Se creó en el Departmento (Ministerio) de Educación una oficina para que vigilara el cumplimiento de las citadas Leyes, y publicara los textos prescritos en la de Cuenco.

En la década siguiente, del 60, hubo también acontecimientos que debían favorecer la causa del castellano, como la visita del Presidente de Mexico, don Adolfo López Mateos; la venida de los delegados españoles al Congreso Rizalino; luego la visita del Presidente Macapagal a España. Todo esto debía de saturar de hispano-filia nuestro ambiente público de aquellos años. Y fue, precisamente, en aquella década del 60, cuando la Academia Filipina entró en su mejor etapa.

En 1964, dos Académicos, uno de ellos el Dr. Barcelón, asistieron al Congreso de Academias, de Buenos Aires. A su regreso, y en la primera reunión celebrada en enero de 1965, se reorganizó la Directiva con la elección de Emeterio Barcelón como Director, y la de 16 nuevos Académicos, a los que siguieron otros cuando se presentaba la ocasión.

El nuevo Director reunía, además de los méritos literarios y la prestancia social, la circunstancia de disponer de todo su tiempo y dedicarlo a la Academia. Por esto, en el último decenio reciente ésta ha podido reunirse, en sesión privada y en actos públicos, muchas más veces que en todos los decenios anteriores.

La decisión más importante del nuevo Director fue la publicación del Boletín en el que se registraría la actividad académica y serviría de nexo, siquiera anual, con la Academia madre y las fraternas de Hispanoamérica. Al principio, un grupo de Académicos contribuyeron por igual para costear la publicación; luego, desde 1969, doña Gloria Zóbel es quien la sostiene con su donación. Se han publicado ya diez números. Se remite a todas las Academias y a instituciones culturales del país y del extranjero, y a otras personas interesadas.

En 1974, pudo la Academia, aunque modestamente, celebrar su cincuentenario, con una sesión pública que honró con su presencia y su salutación el M.R.P. Dr. Leonardo F. Legaspi, O.P., primer Rector filipino, y en la que fue recibido formalmente el R.P. Dr. Fidel Villarroel, O.P., de la Universidad de Sto. Tomás, como Miembro numerario. Dos años antes, fue recibido ignalmente, en un acto celebrado en el Centro Cultural de España, el P. Angel Hidalgo, S.J., que debió acompañar al Director en el Congreso de Academias de Caracas, pero el viaje de ambos no pudo realizarse, pues a última hora cayó enfermo el Dr. Barcelón.

Después del cincuentenario, la actividad de la Academia se ha reducido, en parte por la edad y el precario estado de salud de la mayoría de los pocos asiduos, contándose entre éstos los venerables octogenarios el ex-Embajador Dr. José Ma. Delgado y el ex-Magistrado, Dr. Sabino Padilla; pero más que esta razón personal, debemos mencionar que la desaparición de muchas de las circunstancias alentadoras que antes mencionamos, y el debilitamiento de las otras, son la causa verdadera de la actual pasividad.

Un indicio fehaciente: La prensa filipina en castellano se reduce ahora a dos semanarios: Nuevo Horizonte y Nueva Era. En realidad, la Academia no tiene en qué ocuparse. Las resoluciones que se aprueban en los Congresos no se pueden cumplir; menos aún las que requieren intervención del poder público. Por esto Filipinas no ha ratificado el Convenio de Bogotá, pues no lo podría realizar. Tal es la verdad que no se puede ni se debe disimular aunque "sangre el corazón."

Don Dámaso Alonso, en la carta referida al principio, indicaba claramente las condiciones que debe reunir una Corporación para que pueda formar parte de la Asociación de Academias de la Lengua Espafiola. Acotemos algo más de aquella carta: "La Real Academia Española ve siempre con simpatía toda entidad que se proponga defender y fomentar la lengua castellana. Lo que no podemos aceptar es el empleo de la palabra "Academia" ... Cada país hispanohablante tiene una Academia ... Todas nuestras Academias forman una Asociación (con personalidad jurídica, basada en un convenio multi-lateral).

A esa Asociación corresponde hoy la máxima autoridad en la misión rectora de la lengua castellana. Pero todos los miembros de esas Academias son hispanohablantes por nacimiento.... La entidad por ustedes creada carece de estas condiciones: un gran número de sus componentes no poseen como lengua materna el español. La lengua española no es la lengua oficial de la Nación donde ustedes quieren fundar esa Academia....

Todas estas Academias tienen como misión futura.... estar o ponerse de acuerdo respecto a lo que puedan considerarse normas lingüísticas vigentes, con el fin de mantener en el porvenir a unidad fundamental de nuestra lengua. La entidad constituida por ustedes carece de las condiciones necesarias para coejercer rectoría alguna sobre el modo de hablar del mundo hispánico." Esto califica don Dámaso de "derecho natural idiomático."

No siendo, pues, el castellano idioma nacional de los filipinos, porque aún en aquellos hogares donde se habla aún esta lengua, la está suplantando la indígena que se nacionaliza por conducto de las escuelas, y siendo, por otra parte, su oficialidad meramente nominal, la Academia Filipina ha perdido su base de sustentación.

Ella, como el mismo idioma español, ya. ha cumplido su misión en nuestro país. Al fundarse, no sólo se pensaba quizá que el castellano continuaría progresando, sino que, sobre todo, serviría de apoyo moral a nuestras demandas de Independencia.

Así lo reveló Manuel Rávago en el acto inaugural de la Academia, en 1924. "España, o mejor dicho, la Real Academia Española de la Lengua - decía él -' al equipararnos con las repúblicas independientes de Colombia, el Ecuador, Méjico, El Salvador, Venezuela, Chile, Peru, Guatemala, la Argentina y Honduras, no lo ha buscado quizá, pero de hecho ha venido a reconocer la elevada cultura, la adelantada civilización de nuestro pueblo, que hoy tratan de negar los adversarios de nuestra libertad, pero que todo espíritu desapasionado y todo ánimo recto y justiciero tiene que reconocer."

En 1946, Filipinas logró la realización de su ideal al proclamarse la República. La Hispanidad prestó desinteresadamente y en todo momento su apoyo moral a los filipinos en su lucha por la Independencia, sin requerir, como otros, que su lengua castellana, que todavía era nuestra, aunque limitada, se conservara utilizándola come medio de instrucción, a fin de asegurar su permanencia.

Aquel desinterés merece la gratitud de Filipinas. Y si alguna voz filipina se deja oir en Santiago de Chile, tal vez no sea para defender alguna teoría linguística, algún punto de filología o tema gramatical, sino para manifestar a la Hispanidad reunida en Congreso, el agradecimiento, per lo menos, de los filipinos hispanohablantes que quedan y recuerdan aquella solidanidad hispánica con nuestra legitima aspiración independista.

Manila, 1 de octubre de 1976


LAS AVES DE RAPIÑA

Tony P. Fernandez

El pueblo filipino, que durante decenios libró una batalla para ganar su independencia, primero contra España y después contra los Estados Unidos, recordará siempre a sus escritores que combatieron con su pluma para restablecer la libertad y la democracia en su país durante el régimen estadounidense de las Islas Filipinas al terminar la llamada Revolución Filipina de1896.

Eran unos tiempos aquellos, difíciles para los periodistas filipinos que trabajaban en un ambiente de miedo creado por años de represión norteamericana. La intimidación y el hostigamiento de los periodistas era algo corriente.

Es más, la información era controlada. Era dificil para un periodista desempeñar su labor periódistica con justicia y objetividad. La única clase de información que el Gobierno norteamericano quería que se publicase era la que favorecía a la buena gobernación de los americanos.

Sin embargo, el lema que inspiraba a los periodistas filipinos era "la libertad para el pueblo."   En un ambiente así se escribio quizá el más famoso editorial del periodismo filipino, respetado y admirado por los filipinos de entonces y por la nueva generación filipina de hoy. Nos referimos al editorial "Las Aves de Rapiña", escrito por Don Fidel A. Reyes, el redactor-jefe de El Renacimiento . Este periódico lo fundó Don Martin Ocampo, habiendo sido directores Rafael Palma, luego Fernando Ma. Guerrero y más tarde Teodoro M. Kalaw, en cuyo tiempo se publicó el famoso editorial que conmovió la sociedad filipina durante la ocupación yanquí.

Aquel editorial, es, sin lugar a dudas, el más famoso de Filipinas por la pasión que suscitó como ejemplo del hostigamiento de los periodistas y como símbolo en defensa de la libertad de prensa.

Después de la publicación del editorial, Reyes, Kalaw y sus colegas de El Renacimiento fueron acusados de libelo por el Gobierno americano para impedir la libertad de prensa y que luego determinó la desaparición de dicho diario por sus críticas contra las autoridades americanas.

Debemos recordar también que El Renacimiento se declaró decididamente partidario de la conservación del castellano frente a los que abogaban por el nuevo idioma inglés impuesto en las escuelas públicas. Vivió este gran periódico hasta 1910. Pero ha dejado huella imperecedora en la historia del periodismo de Filipinas y desde entonces sirvió de inspiración a los periodistas que querían mantener el derecho del público a una información libre y sin censura.

Muchas cosas se pierden con el paso del tiempo pero el recuerdo del editorial "Las Aves de Rapiña" escrito por Don Fidel A. Reyes no ha caido en olvido. Esto es cada vez más recordado por los jóvenes de hoy y no se pierde entre nosotros, pues tenemos plena conciencia de aquel hecho inolvidable dando cuenta que el español consituye un elemento histórico del ser nacional filipino.

El caso contra "Las Aves de Rapiña" ha dado un extraordinario impulso a muchos periodistas, escritores, dramaturgos, y grupos teatrales, así como directors del cine filipino, de crear obras basados del famoso editorial.

Gil Portes, que cuenta con catorce películas en su nombre dirigió la producción en inglés "Birds of Prey" (Aves de Rapiña) donde actuaron Gina Alajar y Edward Swan. En su film, Gil Portes nos deja ver el verdadero mensaje de las Aves de Rapiña.

También se exhibieron obras teatrales basados con todos los elementos de nuestra lucha por la independencia. La zarzuela filipina, Paglipas ng Dilim, una comedia escrita en la segunda década de este siglo por Precioso Palma y Leon Ignacio, resalta con valores humanos que busca la identidad filipina mostrando la situación social y política del país. En una de sus escenas aparece una aguíla rapaz devorando a las indefensas gallinas, inspirado, no cabe duda, por el famoso editorial.

Honra hoy nuestra edición de La Revista, Don Fidel A. Reyes, gran periodista batangueño que dejó conocer su pluma escribiendo enjundiosos artículos en defensa de los derechos demócraticos de los filipinos en su empeñada lucha por nuestra emancipación política.

Aquí está el referido editorial:


Las Aves de Rapiña

Fidel A. Reyes

En la extensión del globo, unos han nacido para comer y devorar, y otros para ser comidos y devorados.

Una y otra vez, estos últimos se han agitado, tratando de rebelarse contra un orden de cosas en que son presa y pasto para la veracidad insaciable de los primeros. Alguna vez han tenido suerte ahuyentando lejos a los comedores y devoradores, pera en la mayor parte de las veces, no se ha conseguido más que un cambio de nombre o de plumaje.

En todas las esferas de la creación, la situación es la misma, la relación entre unos y otros es la que dictan el apetito y la fuerza para saciarlo a costa del prójimo.

Entre los hombres, es facílisimo observar el desarrollo de este fenómeno diario. Y por alguna razón psicológica los pueblos que se creen poderosos han tomado por emblema las criaturas más fieras y más dañinas: ora es el león, ora el águila, [ora] la serpiente. Unos lo han hecho por un secreto impulso de afinidad, otros por efecto de una simulación, de variedades infatuadas aparentando lo que no son ni puede ser jamás.

El aguila, simbolizando libertad y fuerza, es el ave que ha encontrado más adepto. Y los hombres, colectivos e individualmente han querido copiar e imitar el ave más rapaz, para triunfar en el saqueo de sus semejantes.

 Hay hombres que además de ser águilas, reunen en sí las características del buitre, del buho y del vampiro.

Subiendo a las montañas de Benguet para clasificar y medir cráneos de igorrotes y estudiarlos y civilizarlos y sorprender al vuelo, con ojo de ave de rapiña, donde se encuentran los grandes yacimientos del oro, la presa oculta entre los montes solitarios, para apropriarsélos después, gracias a esto a facilidades legales hechas y deshechas al anteojo, para siempre en beneficio propio.

Autorizando a despecho de leyes y ordenanzas una matanza ilegal de ganado enferma, para sacar beneficio de la carne infecta y podrida que él mismo estaba obligada a condenar en virtud de su posición oficial.

Presentándose en todas las ocasiones con el ceño fruncido del sabio que consume su vida en los misterios del laboratorio de ciencia, cuando toda su labor científica se reduce a desecar insectos e importar huevas de peces como si los peces de este país fueran menos nutritivos y menos ricos, de tal como que valiera la pena de sustituirlos con especies venidas de otros climas.

Dando un impulso admirable al descubrimiento de veneros de riqueza en Mindoro, en Mindanao y demás puntos vírgenes del Archipíelago con el dinero del pueblo y con el pretexto de bien público, cuando en rigor se trata de pescar todos los datos y la clave de la riqueza nacional en provecho personalísimo como se demuestra por la adquisición de inmensas propiedades registradas con nombres ajenos.

Promoviendo por medio de agentes y consocios secretos la venta a la ciudad de terrenos sin valor por cantidades fabulosas que los padres de la ciudad no se atreven a rehusar por el temor de disgustar a quien va detrás de la moción, y que no rehusan por lo que les conviene.

Patrocinando la concesión de hoteles en sitios terreplenados con la perspectiva de enormes utilidades, a expensa de la sangre del país.

Tales son las características del hombre que es a la vez aguila que sorprende y devora, buitre que se solaza en las carnes muertas y putreficas bajo aparente omnisciencia petulante y vampiro que chupa en silencio la sangre de la víctima hasta dejarla exangüe.

Estas aves de rapiña son las que triunfan. Su vuelo y su dirección jamas se ven detenidas.

¿Quién los detendrá?

Unos participan del botín y del saqueo. Otros son tan débiles para levantar la voz de protesta. Y otros mueren en desconsoladora destrucción de sus propias energías y intereses.

Y entonces surge terrorífica, la leyenda inmortal: MANE, TECEL,PHARES.


IDENTIDAD FILIPINA: PÉRDIDA Y RECUPERACIÓN

Elizabeth Medina

Presentamos la hipótesis de que la pérdida de la identidad y memoria hispanofilipina bajo el régimen colonial norteamericano llevó al tratamiento descontextualizado y parcial de la época hispanofilipina (1521-1898) en los textos de historia filipinos.

Afirmamos que la situación actual de difusa identidad y conciencia histórica del pueblo filipino es producto de una ruptura histórica y sicosocial cuya consecuencia fue la pérdida de la identidad y memoria hispanofilipinas.

Creemos que la reorientación de la historiografía y la cultura hacia la recuperación de la memoria hispanofilipina es posible mediante la aplicación de un enfoque global sobre el pasado que dará cuenta de su complejidad cultural y sicológica.

La identidad cultural es resultado de la acumulación de proceso histórico y surge en todos los miembros de una sociedad una vez alcanzado un nivel crítico de acumulación de experiencia sociohistórica. En el momento cuando un pueblo logra la conciencia de sí misma, la imagen de un Ser mayor y cohesionado se expresa en un proceso de articulación y materialización de la voluntad de soberanía. El estudio de la identidad cultural y de los cambios de mentalidad está prácticamente sin desarrollar en la historiografía filipina. Tal reflexión se perfila hoy como necesidad imperiosa para que los filipinos logremos comprender nuestro pasado y nos emplacemos correctamente dentro del enmarque global de la cultura, historia y coexistencia humanas, en el sitial que nos corresponde por nuestra experiencia a través de los siglos.

La historiografía filipina deberá avanzar más allá de la simple cronología; narrativa externa e interpretación parcial que deja fuera la complejidad cultural de nuestra historia y por lo tanto la hace ininteligible. La metodología hermenéutica es una herramienta que nos permite penetrar a un nivel más profundo de los significados de la documentación histórica, con el fin de descubrir "el mundo que puede corresponder al texto", y es clave para acceder al pasado cultural conservado en los documentos pero que no puede ser interpretado fielmente a no ser que el investigador sea capaz de acortar las enormes distancias, tanto temporales como culturales, que le separan de los textos.

Nuestra historia está marcada por dos colonizaciones sucesivas, separadas por un breve interregno en el cual la síntesis del proceso histórico hispanofilipino de 377 años -la Primera república filipina- fue fundada y luego desmantelada. Dicha historia ha sido presentada como un relato externo sin considerar los múltiples procesos de cataclismo sicosocial concatenados entre 1896 y 1913, y cuyas secuelas indudablemente siguen presionando sobre el presente.

Dado el hecho de nuestra colonización en serie, el estudio de la mentalidad -es decir, las mutaciones de conciencia histórica y cultural desencadenadas por cambios radicales de paradigma sicosocial y político - es un requerimiento para la comprensión profunda de la historia filipina.

El Problema de la identidad filipina como disociación del pasado hispanofilipino

La pérdida de la identidad hispanofilipina se expresa hoy en día como el estado de disociación sicológica y emocional del mundo hispanofilipino en los filipinos posmodernos. Sin embargo, éstos tienen la falsa creencia, promovida por los libros de historia, que no existe ninguna brecha cultural significativa entre ellos y la Generación de 1896. Es un hecho constatable, no obstante, que el triunfo de EE.UU. sobre la Primera República y la posterior reestructuración de la vida social, cultural y de la identidad filipina entre 1901 y 1945 significó una ruptura violenta a todo nivel para el pueblo hispanofilipino. El cambio lingüístico, la educación, la transformación tecnológica, y la difusión a través de las telecomunicaciones de las costumbres y la cultura general de EE.UU., borraron la memoria hispanofilipina casi por completo, separando así a la nación de sus antepasados hispanofilipinos.

Empero, la causa más grave de dicha disociación de la conciencia filipina del pasado hispanofilipino no fue el cambio radical de un paisaje religioso, tradicional e hispanizado a otro anglosajón, secular y tecnológico. El mayor factor de la disociación fue la desaparición de la generación hispanofilipina que primero lideró el movimiento de asimilación e igualdad de derechos bajo España, y, después, la Revolución y la instauración de la República. La flor y nata de aquella generación filipina paradigmática fue eliminada del liderazgo de la nueva nación a través de la muerte y el exilio. Pero más allá de este hecho, tras el establecimiento del régimen norteamericano, los sobrevivientes de aquella heroica generación fueron marginados de la vida social y nacional y reemplazados por los ilustrados no nacionalistas, quienes se convirtieron en los colaboradores de los norteamericanos. Fue así como se perpetró la traición, mediante el falso discurso de que el proyecto nacional fallido se continuaba pero esta vez bajo un nuevo tutor de corte benévolo y democrático, el mismísimo que había destruido aquel proyecto nacional. La condición fatal para la supuesta continuación de la lucha por la independencia fue, sin embargo, la renuncia al pasado. Tal renuncia se transmitió a las nuevas generaciones en la forma de un desarraigo y posterior olvido del íntimo vínculo que hubiera alguna vez existido entre sus padres y abuelos y el mundo hispanofilipino.

La ruptura de cuajo y el olvido posterior de aquellos vínculos dejaron el legado de ahistoricidad y desconcierto frente a un Himalaya documental en el idioma castellano cuya realidad no cabía negarse y que era forzoso escalar, tan sólo porque estaba allí. Tres generaciones de historiadores -cuyos mayores se formaron bajo el régimen norteamericano- adoptaron la bandera de la pureza étnica y lingüística y rechazaron la cultura española y mestiza. Se empezó a minimizar el componente histórico hispano y enfatizar los elementos geográficos y raciales asiáticos en la ecuación de la identidad filipina. Sin embargo, el resultado de tales esfuerzos no ha sido sino la exacerbación de la difusión cultural y la enajenación en un pueblo cuyo comportamiento actual está marcado por la diáspora y la falta de definición. Filipinas, en vez de avanzar con paso decidido hacia la unidad y la recuperación de la mística de autodeterminación que llamea aún en las crónicas de fines del siglo XIX, parece desplazarse con creciente velocidad en dirección entrópica. El Centenario de la Primera república ha puesto de manifiesto que el alma nacional sigue aferrada a una frágil nostalgia en medio de un clima de deriva endémico que impregna todos los ámbitos de la vida nacional.

Denominamos a ese "clima de deriva": disociación.

Naturaleza y manifestaciones de la disociación hispanofilipina

La naturaleza de la disociación es sencilla: -los filipinos de hoy no han experimentado la cultura hispanofilipina; el castellano se ha perdido en Filipinas como idioma vivo; y existe un marcado sesgo cultural e historiográfico contra la época colonial española.

La pérdida de comprensión profunda -y de la empatía que sólo puede nacer de ella- ha llevado a la curiosísima representación de la "época española" como un escenario témporoespacial en el que únicamente los españoles habitaron y se desenvolvieron en absoluta separación de la población indígena, y que más tarde abandonaron, llevando todo consigo sin dejar prácticamente huella alguna tras de sí. Es sólo en la segunda mitad del siglo XIX que la imagen nativa adquiere el perfil de protagonista histórico de la época colonial hispana. Sin embargo, dicha imagen no es definida pulcramente como hispanofilipina y siempre cabe la implicación de que aquel actor histórico es el mismo que el filipino moderno. Creemos que esto ha resultado de los sentimientos comprensibles de identificación por parte de los historiadores y escritores filipinos norteamericanizados con los héroes del Movimiento de propaganda y de los períodos revolucionario y republicano, cuyas figuras más importantes se supuso que eran nativos no mestizos de la clase media y de las capas sociales populares. Se ha olvidado, no obstante, que aquellos filipinos -absolutamente todos ellos- eran hispanofilipinos. Incluso Andrés Bonifacio, quien inició la cruzada cismática contra todo lo español, era una criatura de ese mismísimo medio. Todos los filipinos nacidos hasta fines del siglo XIX eran hispanofilipinos. Los filipinos nacidos durante y después del período norteamericano, por otro lado, se tornaron filipinos norteamericanizados; y es esto lo que somos hoy por hoy.

Por lo tanto los filipinos actuales nos encontramos forzosamente separados histórica y culturalmente de los filipinos originales -los primeros en tener conciencia nacional -y este hecho no ha sido correctamente registrado y reconocido en nuestros libros de historia. En su lugar hay una creencia curiosa y sin cuestionar de que nada cambió realmente para nuestro pueblo entre 1898 y 1946, salvo gobierno e idioma. Se cree que el período norteamericano fue -como el escritor histórico Isagani Cruz lo describe- una ocupación traumática pero breve. Sin embargo, proponemos que, si bien de corta duración en comparación con el régimen anterior, aquella ocupación propinó un golpe a Filipinas que fue mucho más fuerte que todos los anteriores 377 años de colonización española.

¿En qué consistió tal golpe? (1) En la destrucción del proyecto hispanofilipino de liberación nacional en 1896 y de creación de la república en 1898; (2) en el desmantelamiento de la cultura e identidad hispanofilipina; (3) en la traición de sí y de la patria por parte de los ilustrados no nacionalistas que se convirtieron en aliados y aprendices de los norteamericanos y, (4) en el condicionamiento inevitable de nuestra cultura e historia por el poder de los EE.UU., lo que llevó a las generaciones futuras a heredar la enajenación cultural y una historiografía deformada. Todo lo cual trajo aparejadas repercusiones gravísimas de índole social, política y moral para el futuro desarrollo del país; o sea, la realidad de los filipinos de hoy.

Es un hecho que, hoy en día los filipinos nos hemos norteamericanizado y ya no somos hispánicos. No es tampoco nuestro interés negar ni despreciar tal hecho, sino más bien animar a los filipinos actuales a emprender con suma seriedad el sondeo del sustrato hispanofilipino que se encuentra bajo la superficie norteamericanizada de nuestra cultura. Sólo así logrará nuestro pueblo sentir su profundo raigambre en el poderoso y hermoso legado cultural e histórico que compartimos con los pueblos latinoamericanos. En otras palabras, no pretendemos negar la complejidad de la ontología e historiografía filipina, sino todo lo contrario: honrar y hacerle justicia.

Afirmamos además que el legado de autotraición y colaboración que condujeron a la desaparición del pasado debe ser objeto de profunda reflexión por parte de nuestros historiadores y referencias culturales, y que debe tomarse además decisiones tendientes a corregir las deformaciones históricas y educacionales que originaron y que han llevado al empobrecimiento del pueblo filipino, al separarlo de su familia histórica y cultural: España y Latinoamérica.

CONCLUSIÓN

Es nuestra apreciación que, en el caso de la historiografía filipina, el tiempo ya ha hecho su trabajo y finalmente nos encontramos en situación de replantear nuestro enfoque sobre el pasado, con miras a corregir los errores de interpretación y rellenar las lagunas creadas por la amnesia y el encogimiento de nuestro horizonte cultural. Dichos errores no han sido el resultado de la negligencia irresponsable sino que son el lastre histórico-cultural dejado por la acción ineludible de fuerzas mayores.

Creemos que mediante el emplazamiento y el estudio de la historia filipina dentro del contexto mayor del proceso del Imperio español, y su comparación con las historias de las naciones latinoamericanas, podremos lograr una visión global e inteligible del pasado. A través del estrechamiento de los vínculos culturales con España y la creación de nuevas relaciones con América Latina, podremos recuperar nuestra memoria y conciencia hispanofilipina, además de acceder a los significados profundos cifrados en nuestra documentación histórica que permanecen ocultos debido a la ofuscación y amnesia cultural, obstaculizando nuestra capacidad de comprender y valorar el pasado y, por lo tanto, a nosotros mismos.

Por consiguiente, a pesar del hecho que somos lo que somos debido a la acción de lo que se pudiera llamar un destino fatal, el futuro sí que está en nuestras manos.

(Elizabeth Medina S. ( [email protected]) es una filipina, traductora literaria, y ensayista, radicada en Santiago de Chile desde 1983. Escribe sobre la identidad filipina, el olvido del pasado hispanofilipino y las historias comparadas de Filipinas y América Latina. Publicó su primer libro en Santiago de Chile en 1998, Rizal According to Retana: Portrait of a Hero and a Revolution. Sus otros trabajos son dos manuscritos inéditos: "Becoming a Filipino: A Journey from Alienation to Identity" (1997) y "Thru the Lens of Latin America: A Wide-Angle View of the Philippine Colonial Experience" (1999).


CARTAS

Hemos recibido, en las últimas semanas, varias cartas de nuestros lectores que nos escribieron desde España, Latinoamerica, EE.UU. y aquí en Canadá, dando sus opiniones sobre la literatura hispanofilipina, y el interés y pasión de conocer, en estas humildes páginas del internet, la literatura filipina en español. Apreciamos mucho sus cartas. He aquí algunas:

Date: 12/23/1999 12:35:46 PM Pacific Standard Time

From: [email protected] (Bruno Vuan)

To: [email protected]<BR>

Con respecto a la mención de Jack Schnabel referente a la palabra "asalto", debo decirle que en Uruguay, si bien su utilización normal es la de robo o atraco, la interpretación de asalto como fiesta sorpresa está vigente, por lo que sospecho que el orígen de esta acepción debe ser español y no filipino.

Saludos y felicitaciones por la revista,

Bruno Vuan,

Paso de los Toros,Uruguay

Gracias por la interesante observación.  El Sr. Schnabel seguramente le contestará para felicitarle.--EF

Subj: Hola amigos!

Date: 9/27/1999 5:18:06 PM EST

From: [email protected] (Jose Manuel Avellaneda abenza)

To: [email protected]

¡Hola! ¿Que tal está? Bueno, anteriormente ya recibió de mi un mensaje de correo electronico.

Yo soy de España y de una de las cosas que mas me avergüenzo como español es ver que paises como Francia y Inglaterra se preocupen no solo de la calidad de su idioma sino de extenderlo, aunque por ello tengan que pagar dinero, esto ultimo en el caso de Francia.

Desde el descubrimiento de America, lo unico que se ha preocupado España es de extraer la cantidad mas grande de oro y plata posible, alla donde ha ido a colonizar. Porque si aun sigue la cultura, el idioma y todo lo que dejaron alli los conquistadores, yo creo, que todo el merito hay que darselos a sus habitantes.

Me da mucha rabia la manera tan estupida de haber perdido Las ultimas colonias. En cierto modo tanto el Ejercito como la Marina de España estaban muy desgastados, tras las guerras que mantuvo con las anteriores colonias de America y alguna que otra de Europa. Pero sobretodo porque los anglosajones se han aprovechado siempre muy bien de nuestra incompetencia. De la incompetencia de nuestros gobiernos (que aun sigue siendo un incompetente). La primera, al abrirles el paso tras el descubrimiento de America y la segunda, dejarles que se apoderasen de nuestras colonias, poco a poco, aniquilando nuestro idioma y nuestra cultura para poner las de ellos.

Pero lo peor de todo es que aun, nuestro gobierno sigue sin hacer nada. Despues de haber perdido el Sahara de una manera tan vergonzosa, dejemos a los pobres saharauis a merced de los marroquies que los han aniquilado. El idioma de ellos como colonia de España era el español, pero ahora, Marruecos quiere tratar de quitarles su identidad inplantadoles el frances como idioma. Y el Gobierno de España no hace nada de nada, cuando los saharauis adoran nuestro idioma, se consideran casi como españoles ya que fue España quien siempre los protegio de Marruecos. Ahora los unicos que ayudan a los saharauis son los ciudadanos, mediante campañas o empresas privadas, etc....

Lo mismo digo de Guinea Ecuatorial. Tambien esa pobre gente está abandonada a su suerte. De ser (en la epoca de la colonia) la zona mas rica y con mayor renta per capita de Africa, es ahora uno de los paises mas pobres del mundo, y con un criminal ejerciendo de dictador, el señor Obiang (si es que se le puede decir señor).

Aun me acuerdo de la heroica defensa del castellano que hizo en enero de 1993 el pueblo de Puerto Rico. Pero mucho me temo que esta isla tan querida por los hispanos va a ser al final absorvida por el gigante anglosajon.

Lo que suelo ver de su pais, Filipinas es algo triste. Gente que tiene hasta nombres y apellidos españoles, y luego no tienen ni idea del idioma español, o hablan en ingles o en tagalo. Es bastante triste.

Que nadie espere, sobre todo las antiguas colonias de España, ninguna ayuda del Gobierno español. Ellos ya estan mas ocupados subiendose el sueldo, reuniendose con la demas compañia de la Otan o con el señor Clinton. Ustedes tienen el apoyo, el respeto y el cariño de los españoles, pero diferencien eso, el Gobierno de España y el Pueblo de España. Son dos cosas muy distintas.

Espero no haberme salido del contexto. Gracias por escuchar mi opinion y hasta otra.

Jose manuel (España) correo electronico: [email protected]

Gracias por sus intersantes opiniones--EF.

Date: 9/27/1999 10:02:31 AM EST

From: [email protected] (Roberto Blanco Andrés)

To: [email protected]

Estimado Sr Farolán:

Desearía retomar la correspondencia con usted, por diversos motivos he descuidado la comunicación, respondo a un e-mail suyo del pasado verano donde me comentaba la posibilidad de escribir un artículo, aunque ya tarde por estar finalizando septiembre (creo recordar que sacábais un número este mes)me gustaría poder participar en futuras ediciones. Sigo con mis trabajos de investigación sobre temas filipinos, preparando una tesis sobre lo mismo y conociendo cada vez más cosas de la "antigua perla de Oriente". Me encantaría si fuera posible que me facilitase otras direcciones en la red que considerase interesantes.

Desde aquí sólo le puedo ofrecer bibliografías y ganas de trabajar. Deseando saber pronto de usted se despide atentamente:

Roberto Blanco Andrés.

Pudieras comenzar quizás con ponerte en contacto con el Sr. Fernandez, director Interpinoy, una redvista en inglés, donde hay varios artículos sobre la hispanidad filipina. Le puedes escribir también a la Sra. Medina  quien te podría facilitar con muchas fuentes hispanofilipinas. Ambos tienen sus ensayos publicados en este número con su correo electrónico enlazado con sus nombres--EF

Subj: correo de Emilio Dominguez

Date: 9/28/1999 12:07:06 PM EST

From: [email protected] (Emilio Dominguez)

To: [email protected]

Mi estimado Don Edmundo:

Le envío este correo, simplemente para felicitarle por el nuevo número de su revista. No dudo que cada día, gracias a sus esfuerzos tiene mayor número de lectores en España y en otros países hispanos.

Adelante y no desfallezca.

Saludos

Emilio Domínguez

Gracias Emilio.  Y espero otra colaboración contigo en el futuro.--EF

Subj: Preguntas y comentarios

Date: 10/11/1999 8:52:02 AM EST

From: [email protected] (Hector Abreu)

Reply-to: [email protected] (Hector Abreu)

To: [email protected]

Les escribo desde Venezuela. Reciban mis saludos. Tengo algunas preguntas y comentarios.

Me gusta la música y la capacidad de ésta de llegar a las masas. Al respecto, les pregunto lo siguiente: ¿No sería una buena idea promover la música latina en Filipinas para contribuir a que las masas perciban del idioma español un entusiasta "sabor a presente y futuro" y no solo a Historia? ¿Sería posible utilizar la música como instrumento para medir los "reflejos" latinos filipinos que los enlazan con las más de veinte naciones hispanoparlantes? ¿Tuvo éxito el tema "Macarena" en Filipinas?

Me emociona la idea de un país lejano hispanoparlante. Es un sueño, no por ello irrealizable. Felicito a la Revista Filipina por su labor en este sentido. Yo también estoy dispuesto a poner mi "grano de arena".

Me despido cordialmente y espero respondan mis preguntas. Gracias de antemano.

El académico y gran defensor del español en Filipinas, Guillermo Gómez Rivera, es también director de una compañía de baile en Filipinas. Es cantor y utiliza la música española para atraer a sus estudiantes hablar y desarrollar la cultura hispana.  Escríbale al Sr. Fernández ([email protected]) para su dirección en Filipinas.  No sé si Gómez tiene email.--EF